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Matías Vallés.

Leonor, la princesa de Gales

Este país discute con su habitual encarnizamiento si Bruselas y Abu Dhabi son exilios o balnearios, pero podrá consensuar que la residencia de Chicho Ibáñez Serrador en la desolada costa galesa se asocia al destierro más caro del mundo. A Leonor de Borbón le han tendido una trampa que la deja fuera de juego, y que la perseguirá durante años. Baste imaginar que Felipe VI hubiera rematado su mensaje navideño, tras el encendido canto a España, a los españoles y a su vocación europea, con la noticia de que “por cierto, mi primogénita va a educarse en el país propietario de Gibraltar y salido a escape de la UE”. El Príncipe de Gales se formó en Gales, y la Princesa de Asturias, también.

Es fácil coincidir en que Leonor no puede aprender nada bueno en España, de ahí que La Zarzuela lance el mensaje diáfano de que triunfar en este país a lo grande exige un alejamiento radical. El gasto superlativo de matrícula y apoyo estatal a la princesa no ofende a las clases medias que a nadie preocupan, sino a los sectores pudientes machacados por la pandemia. Los privilegiados españoles están retirando con apuro a sus retoños de los centros elitistas, por falta de fuelle económico. Ya no pueden pagarse un Bachillerato de ochenta mil euros, a diferencia de su Rey.

Justificar la elección del centro galés por la formación previa en sus aulas de monarcas belgas y holandeses no solo ofende la memoria de los tercios de Flandes. Demuestra de nuevo la insensibilidad respecto de la pandemia, que establece una fractura con cualquier acontecimiento previo a 2020. Sin el virus de por medio, a nadie le extrañaría que la heredera frunciera el entrecejo ante la mera hipótesis de sacrificarse a un colegio español de lujo. En cuanto al escándalo de que TVE haya sintetizado la diáspora regia con exactitud, todo castigo se queda corto. España no se merece una televisión pública que no le mienta, el Ente debe mantener la más estricta mendacidad.

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