Opinión | El trasluz
No sé si me explico
La frontera entre lo público y lo privado
Lo público es una prolongación de lo privado: existe gracias al IRPF de usted y al mío y al de nuestros vecinos. También gracias al IVA que apoquinamos cada vez que compramos un kilo de judías verdes o tomamos un taxi. Todo ello por no mencionar otros impuestos y tasas que ahora no me vienen. El caso es que nos pasamos la vida haciendo transferencias al Estado para que los semáforos funcionen, en fin, y para que las calzadas por las que circulamos no tengan socavones. También para que el pediatra o la pediatra diagnostiquen el dolor de cabeza de la población infantil, y el maestro o la maestra la enseñen a multiplicar, etcétera. De cada uno de nosotros sale un catéter invisible por el que discurre el dinero del que se alimenta el Estado y con el que a su vez se paga el sueldo del presidente del Gobierno y el del jefe de la oposición, y el de los trescientos cincuenta diputados que a menudo se comportan como niños de parvulario en el Congreso.
Usted y yo somos los artífices de la realidad nacional.
Pagamos a la policía y a los bomberos y a los funcionarios de los veintitrés ministerios que forman su musculatura, o quizá su esqueleto. El Estado no siempre administra bien esa riqueza. En ocasiones malvende empresas eléctricas o telefónicas que nos pertenecían a todos o regala pisos de protección oficial a fondos buitre que dejan en la calle a sus inquilinos para especular con ellos. Pero todo eso es cosa sabida.
La cuestión es que si me preguntaran en qué parte de mi conciencia o de mi alma se encuentra la frontera que separa mi parte privada de la pública, no sabría decirlo, pues si bien es cierto que yo alimento lo público, no es menos verdad que lo público me alimenta a mí con lo que yo mismo le he entregado. Y cuando no se ocupa de mí, se ocupa de un primo mío, de un amigo, de un conciudadano que tal vez lo necesitaba más que yo. Y así, entre el ir y venir de la riqueza que damos y la que recibimos se forma lo que llamamos una sociedad cohesionada y solidaria. De ahí lo pertinente de esa afirmación que todavía choca a algunos y, según la cual, “lo personal es político”.
No sé si me explico.
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