Opinión | Crónica Política
La decepción
A la espera de que la burocracia de Bruselas explique a los ciudadanos de la UE –que tienen derecho a ser informados– los detalles del contrato que firmó con las farmacéuticas. Y a pesar del apoyo de la Eurocámara, le va resultar difícil a la Comisión, que pasa por ser su gobierno, compensar las críticas a su gestión sobre las vacunas. Y quizá también acallar las voces que, no sin razón, hablan de un fracaso en la primera iniciativa real de política común que adopta la Unión fuera del ámbito económico y mercantil: la de unificar criterios acerca de los remedios contra la pandemia y gestionar la entrega y distribución de las vacunas.
Ahora mismo puede hablarse, si no de un fracaso –salvo que se prolongue el problema de la distribución–, al menos sí de una decepción. Se ha perdido un mes como mínimo en un asunto que debiera haber estado previsto y asegurado, pero las consecuencias van más allá de la política; los días de retraso pueden haber costado un número elevado de víctimas, porque cada jornada registra fallecimientos, además de serias dudas acerca de la gestión. Porque a la hora de la verdad los egoísmos de cada una de las nacionalidades pesan –como su influencia– a la hora de decidir.
Es algo más que una mera impresión: las críticas hacia la presidencia, a la señora Van der Veyden, no han escatimado dureza, y a las opiniones publicadas se han unido las públicas. Y eso en un continente en el que la democracia respeta –salvo en algunos elementos populistas, como es Podemos en España– la libertad de prensa porque saben que es un instrumento clave si se ejerce con dignidad para el fortalecimiento del sistema. Y no es malo que influyan a veces en las decisiones gubernamentales y en las explicaciones que se den sobre ellas. Con rigor y seriedad.
En este punto es importante, y oportuno, un matiz. Cuanto se dice de la Unión Europea resulta, además de una opinión personal, la síntesis de otras de diferente origen. Pero que nada tienen de descalificador para la UE, su naturaleza y sus fines: se trata solo de la gestión sanitaria junto al hecho, y hay que insistir en que decepcionante, de que se ha fallado en la primera reacción común a la pandemia que todos padecen. Lo que procedería ahora es una rectificación al menos tan rápida como lo fue el fallo, sobre todo para evitar males mayores. Y un precedente peligroso.
Queda una duda, que ojalá se elimine cuanto antes. Y es que si el gobierno europeo no ha sido capaz de garantizar al cien por cien el reparto de las vacunas, habrá que ver qué ocurre –siquiera hasta que se llegue a una normalización completa y la entrada de otras farmacéuticas al mercado– con la respuesta del (gobierno) español. Y confiar en que, ahora que ha cambiado el titular del Ministerio de Sanidad –aunque en los primeros días apenas se nota– varíen también los criterios de reparto de material para recoger sugerencias sensatas, por ejemplo las del presidente Feijóo a la hora de tener en cuenta la edad media y la dispersión de la población gallega, que complica mucho –y encarece bastante más– la prestación de servicios públicos.
¿No…?
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