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Luis M. Alonso.

Estado y mafia

Los orígenes son marcas indelebles, según un proverbio ruso. Los de Putin están en el KGB y sitúan al sucesor de Yeltsin en una categoría diferente a la de la primera generación de oligarcas surgida tras el comunismo. Estos urdieron el robo de recursos nacionales mediante las privatizaciones mientras que el actual presidente supervisó personalmente la expropiación de ese robo, pero no para redistribuir los activos entre el común de los ciudadanos, sino en su provecho y en el de la retórica nacionalista que cultiva como nadie. Por eso, el mérito de Navalny, el opositor encerrado y condenado a tres años y medio, es todavía mayor al haber desvelado inteligentemente en sus documentales el método corrupto del silovik supremo del Kremlin, fruto de una fusión entre el poder estatal y la cultura mafiosa.

El activista Navalny es desde hace tiempo un dolor de muelas para Putin. Ha logrado subvertir cada uno de los mecanismos de control del régimen. Comenzó hace más de una década con un blog sobre licitaciones estatales falsas y contratos gubernamentales escandalosos. Luego puso en marcha la Fundación Anticorrupción, que investiga el latrocinio oficial y el abuso de poder en Rusia y lo difunde mediante informes y vídeos que atraen a millones de lectores y espectadores. También ha creado una red que se burla periódicamente del sistema empleado por el Kremlin para manipular elecciones. El precedente que ha establecido es aterrador para Putin.

Estos días lo demuestran las movilizaciones masivas para pedir su libertad. Ha sido envenenado, arrestado en repetidas ocasiones, detenido por protestar y condenado tres veces por cargos criminales inventados, pero nada ni nadie ha logrado silenciarlo. Ni siquiera el agente químico nervioso Novichok con que la Policía secreta intentó eliminarlo para siempre. No solo sobrevivió a él, sino que fue coautor de una investigación sobre su propio intento de asesinato; llevó a Rusia al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ganó. Si quieren un héroe de nuestro tiempo, ahí lo tienen, enfrentado al enemigo más peligroso.

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