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Juan José Millás.

El trasluz

Juan José Millás

El subconsciente

Mi psicoanalista trabaja con la ventana abierta, para ventilar. El resultado es que hace frío.

–No puedo analizarme con frío –le digo tumbándome, encogido, en el sofá.

–Peor sería analizarse con el COVID –dice ella.

–Siendo el diván un sucedáneo de la cama –replico–, podría usted poner una manta a disposición de los pacientes.

–Una manta y una bolsa de agua caliente para los pies –ironiza ella.

En esto, interviene mi amigo invisible, que se ha aficionado a acompañarme a la terapia, y me urge a que empiece a decir cosas de interés:

–No puedes perder el tiempo y el dinero con estas pavadas –concluye.

–Es mi tiempo y mi dinero –le digo telepáticamente para no asustar a la doctora. Además, de lo que se habla en este tipo de terapia es de lo primero que le viene a uno a la cabeza, aunque no sea profundo. Se llama asociación libre.

–¿Qué piensa? –interviene la terapeuta.

–Estaba discutiendo con mi amigo invisible –digo yo.

–Preferiría que no lo trajera a la consulta –dice ella–. ¿Pero por qué esta vuelta a la infancia?

–Porque de niño pasé mucho frío.

–¿Y su amigo invisible también tenía frío?

–También, pero como nos metíamos en la cama juntos, nos dábamos calor el uno al otro.

–¿Y ahora está en el diván, junto a usted?

–Exactamente, dándome calor.

Mi terapeuta lo niega, pero estoy convencido de que mi amigo invisible le da miedo. Una cosa es tratar a un neurótico del montón, que es lo que venía siendo yo hasta hace poco, y otra permanecer cincuenta minutos encerrada a solas con un tipo de mi edad que habla con alguien que no existe.

–El amigo invisible –añado para tranquilizarla– es como el subconsciente: no se ve, pero actúa.

–Me temo que es la hora de terminar –dice ella, aunque observo que faltan diez minutos.

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