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Juan Tapia.

Merkel, Lagarde... y España

España se financió el jueves, por primera vez, emitiendo bonos a 10 años sin pagar interés

El nacionalismo de Boris Johnson es máximo y puede haber un Brexit traumático. Pero para Europa lo relevante no es el Brexit –inevitable desde la mayoría absoluta de Johnson– sino que la UE ha afrontado bien la muy grave crisis de 2020.

La de 2008, que pudo acabar con el euro hasta la llegada de Mario Draghi al BCE en 2012, mostró un cisma entre los países del norte, con finanzas públicas ordenadas, y los del sur, con menos disciplina fiscal. Los gobiernos no actuaron con unidad y al final el BCE de Draghi tuvo que hacer de bombero.

Ahora todo ha sido muy distinto. El acuerdo entre los grandes países –Alemania, Francia, Italia y España– para crear por primera vez un potente fondo solidario de 750.000 millones (390.000 millones de subvenciones directas) no fue fácil, pero se alcanzó con cierta rapidez. Y el plan, que beneficia mucho a España, fue posible por la presión alemana a los países “frugales”. También porque nadie es culpable de la pandemia y por lo aprendido en la crisis anterior.

Pero la mediación de Merkel, al frente de un gobierno de coalición de democristianos y socialistas, fue clave. Y lo mismo ha pasado ahora con la superación el jueves del largo periodo de espera causado por las reticencias de Hungría y Polonia, cuyos gobiernos iliberales temen sanciones de la UE.

Angela Merkel, una política pragmática y centrista, ha visto al mismo tiempo aumentar su popularidad en Alemania, por su gestión y sinceridad ante la pandemia, y reforzar su papel como lideresa “de facto” del continente. Sin ella, Europa, que es una unión de estados soberanos y, al mismo tiempo, un indefinido proyecto supranacional, podía haber sido víctima de sus contradicciones. El problema es que Merkel no se presentará a las elecciones de septiembre de 2021 y su sucesión no está clara.

Además, el Banco Central Europeo (BCE) ha actuado con mucha más decisión que en el 2008. Incitando a mantener el crédito bancario y lanzando de entrada un paquete de compra de bonos de 750.000 millones para aguantar la economía y, de hecho, financiar las emisiones de deudas de los estados. Luego aumentó el programa a 1,35 billones y este mismo jueves lo ha vuelto a ampliar hasta 1,85 billones y ha asegurado que se mantendrá hasta principios de 2022. Garantiza así la financiación barata de los estados en el periodo más duro de la crisis.

Ha sido Christine Lagarde, una política francesa también pragmática, la que ha incluso ha superado a Mario Draghi en la voluntad de que el BCE actúe como un auténtico banco central y como el pagador europeo de último recurso. Y Lagarde ha incitado a los gobiernos a aumentar el gasto público para sostener las economías. El keynesianismo ya no es una doctrina económica, o una receta socialdemócrata, sino el común denominador de la política económica de los países de la UE.

Curiosamente las responsables de este cambio –Merkel y Lagarde– son dos políticas de centro-derecha. Y España y Pedro Sánchez ya están beneficiándose. En 2012 el bono español a diez años llegó a un tipo de interés insostenible del 7,2% que nos llevó al borde del desastre. En 2020 el bono español ha pagado mucho menos y este jueves España colocó, por primera vez, deuda a diez años a un tipo de interés negativo. O sea, que nos pagan algo por endeudarnos. Y qué endeudándonos, podemos incluso reducir la deuda. Parece un milagro, pero no es una licencia para emitir ilimitadamente porque la deuda generada hoy llegará a su fin y no sabemos el futuro tipo de interés al que la deberemos renovar.

Hay que calibrar pues pros y contras, pero ahora podemos emitir sin miedo –no como en 2008– a que los mercados nos fusilen al amanecer.

España tiene hoy mucho más margen. Pero salir de la crisis exige que las empresas inviertan y crean empleos. La liquidación total de la reforma laboral sería un obstáculo. Por eso conviene ajustar la reforma laboral con consenso y sin anular sus efectos positivos. Es lo que parecía sugerir Pedro Sánchez en la entrevista con el director de “El Periódico”, Albert Sáez, el pasado domingo: “es clave el diálogo social… siempre y cuando los interlocutores sociales quieran la reforma laboral, el Gobierno está dispuesto a acompañarlos”.

¿Será así?

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