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Francisco García Pérez opinador

La culpa fue del cariñena

Acerca de un país en el que nunca nadie es responsable de nada

Siempre me hicieron doblarme de risa las disculpitas falsas. Incluso llegué a pillar el truco de cómo fabricarlas. Se trata de soltar una palabra algo abstracta, cuyo significado exacto el interlocutor agraviado desconozca. Ejemplo: si eres albañil y la parte contratante te afea tu tardanza de dos meses en la reforma del baño que prometiste terminar en dos días, le dices ladeando la cabeza: “Es por culpa de los forjados”. Y ya está. Los forjados. Otro ejemplo: si eres funcionario administrativo desdejado y te encuentras caras larguísimas en la cola que se formó durante la hora y media en que saliste a tomar tu café de diez minutos, resopla e informa con pesar: “Andamos locos con el machihembrado de la bovedilla”. Y ya está. El machihembrado de la bovedilla. Como se burló Gil de Biedma en su poema “El arquitrabe”: “Uno sale a la calle / y besa a una muchacha o compra un libro, / se pasea, feliz. Y le fulminan: / Pero cómo se atreve? / ¡El arquitrabe!” Recuerden que hace unos años, la culpa de todo la tenía la crisis. Así, en general: la crisis. Uno llegaba tarde a una cita y balbucía: “Ando loco con la crisis, chico…”. El otro nos pisaba el pie en el autobús y arqueaba las cejas: “Es que con esto de la crisis…”.

Nada de admitir que el plantón o el pisotón se debieran a la falta de respeto o civismo. La crisis. Pues lo mismo ocurre ahora con la COVID. La culpa de todo la tiene la COVID. Si muestras tu desacuerdo con quien no sigue las normas de protección, ya sabes: “Es que con la COVID no se aclara uno”. Si recriminas al jeta que trata de timarte por la cara, ahí lo tendrás: “Vaya, es que con el rollo este de la COVID”. Nada de admitir que la tergiversación o el fraude se deban a la burricie o a la mangurriez. La COVID. Por eso, suelto todo el trapo velero de la carcajada al oír que, cuando toda esta locura pandémica pase, será el momento de pedir responsabilidades por su mala gestión y tal y cual. ¿Responsabilidades? ¿Culpas? Aquí nadie tiene la culpa de nada, aquí nadie es responsable de nada… salvo los forjados, el machihembrado de la bovedilla y el arquitrabe. Con mi habitual predisposición a echar una mano a los políticos en sus trolas, les traigo aquí para que las copien y apliquen unas citas de Jonathan Swift (el inventor del nombre “Vanessa”, y de los viajes de Gulliver) que vienen de perlas para echar balones fuera. Escribió el gran satírico irlandés en sus “Instrucciones para los sirvientes”, de 1739: “Cárgale la culpa de todo a un perro faldero, al gato favorito, a un mono, un loro, un niño o un sirviente al que han echado; siguiendo esta regla, quedarás siempre libre de culpa sin hacer daño a nadie, y evitarás a tu señor o señora el problema y la incomodidad de tener que reprender a alguien”. ¿Ven qué fácil? Y es que −como reflexionaba en uno de sus artículos− “teniendo en cuenta la disposición natural de muchas personas a mentir y de las muchedumbres a la credulidad, me deja perplejo y desarmado esa máxima tan frecuente en boca de todo el mundo que asegura que la verdad acabará triunfando”. Pero si no les vale y quieren algo más cañí, acudan al teatro de Muñoz Seca, a la escena en que Don Mendo explica a su amada los entresijos del juego de las siete y media en una de cuyas partidas lo desplumaron. No fueron ni su impericia, ni su dejadez, ni su precipitación, ni su ceguera ante lo evidente, ni sus contradicciones tácticas y estratégicas. Vean lo que fue y díganlo los responsables políticos cuando llegue la hora de rendir cuentas: “¡No fui yo... no fui! Fue el maldito cariñena que se apoderó de mí”. El cariñena.

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