Claro que, como se dejó dicho, hay quien insiste en creer en milagros de la coalición, aunque es probable que confunda lo deseable con lo real. Y, de paso, olvide hechos recientes que él conoce porque los ha denunciado con claridad. Se trata del señor presidente Feijóo, que viene de sorprender incluso a buena parte de su parroquia asegurando que la “armonía fiscal” es “conveniente, siempre que ayude a bajar impuestos. Algo que el Gobierno que elabora las cuentas generales ya se pasó por el forro incluso antes de que el Parlamento las ratifique.
Ocurre, en opinión de quien escribe, que el ardor centrista que don Alberto Núnez dedica sobre todo a sus compañeros de partido como no ha mucho Pablo Casado, que dijo “amén” y ahora a la presidenta de Madrid que se resiste, con razón, a que se considere a su comunidad como un paraíso fiscal. Y esa línea de acción provoca entre algunos observadores, el nacimiento de la duda acerca de los objetivos a medio plazo del jefe del Ejecutivo gallego, que admite mensajes doctrinales desde aquí a la gente del PP y sus dirigentes actuales. Aunque él no es Fraga, obviamente.
En realidad. el concepto musical que el laboratorio gubernamental de ideas –sí, lo de la armonía– es ya muy antiguo: se llamaba “justicia distributiva” que algunos definían como dar a cada uno lo que le correspode. O sea, lo contrario de lo que hace la coalición PSOE-Podemos; parece que el presidente Feijóo olvida “lo del IVA” y su devolución frustrada, la generosidad monclovita –dos mil millones para liquidar el endeudamiento a corto plazo– a Cataluña y la deslealtad –eso sí que lo es– de Rufián en asuntos, que no le conciernen, ni a él ni a su Esquerra Republicana.
Lo que sí necesita Galicia desde muy atrás y cara al futuro, es aquella justicia y no las fantasías operísticas de la señora Montero y compañía. Que –adrede, desde el punto de vista de quien escribe– mezcla conceptos: en un sistema de financiación autonómica, que por cierto sigue pendiente de renovación, no conviene confundir el culo con las témporas ni creer que eso de la “armonía” resuelve la enorme dificultad de repartir el dinero de todos. Una dificultad de la que ya se escaqueó el señor Sánchez en su primer discurso de investidura y que ahora, al menos en apariencia, cuenta con un cierto respaldo siquiera gramatical, del presidente gallego. Vivir para ver.
¿No?