Es, en principio, una buena noticia que la Xunta, para hablar acerca de la reconstrucción –si fuere menester– de la economía gallega cuando pase el tsunami de los efectos del Covid-19, se haya reunido con patronal y los sindicatos CC OO y UGT. La parte negativa y extraña es la ausencia de la CIG, sea esta voluntaria o inducida, porque la central nacionalista tiene un peso indudable en la realidad laboral gallega y por tanto la mesa de diálogo presenta en origen un defecto de construcción: le falta una pata. y eso podría causar problemas de equilibrio en su momento.

Claro que no sería ese el único problema. El manifiesto conjunto de los asistentes a la reunión rebosa sentido común, pero aunque esa virtud nunca sea reprochable, su exceso puede a veces causar algún tipo de conflictos que es mejor prevenir. Especialmente el de la confianza en que los firmantes cumplan todos los puntos acordados –desde el primero hasta el último– sin reserva mental. Una reserva que, cuando se trata de cuestiones esenciales y en las que hay coincidencia de intención pero no de soluciones, suele ser un recurso preventivo por si acaso aparecen en algún momento las discrepancias.

Expuesto de otro modo, el quid del acierto es la confianza mutua de unos y otros en las proclamas suscritas. Y se pueden pronunciar grandes palabras, pero a la hora de la verdad el sentido “de lo común” no ha sido hasta ahora abundante en este país, ni la unidad frecuente en el mundo laboral ni la confianza en la órbita de la organización patronal, que a estas horas es dudoso que tenga siquiera un criterio conjunto. Por supuesto todos dicen amén a que hay que salvar a Galicia de donde parece que va a estar pronto, pero no se sabe si por convicción o porque manifestar desacuerdo sería un suicidio social.

Si se comparte este panorama descrito desde el punto de vista particular de quien lo describe, habría aún otra observación que no conviene olvidar. Y que deriva de la influencia que cada parte pueda ejercer en sus respectivos ámbitos estatales, del todo necesarios ya que cualquier proyecto de reconstrucción ha de pasar necesariamente por acuerdos y compromisos estatales. Y, dicho con todo respeto, aunque la Xunta cuenta con aliados en comunidades del PSOE y seguramente en el PNV, en cuando se hable de reparto de recursos habrá que ver su eficacia.

Algo parecido puede decirse de los sindicatos, que en términos gallegos ante sus direcciones, no son de los más influyentes. Y acerca de la patronal aún habría que ser más contundente: en términos estatales nada significan, aunque algunas empresas –que orbitan fuera de la CEG excepto para ayudas puntuales– de origen gallego tengan peso mundial. De ahí que, como queda dicho, el encuentro “a cuatro” suscite esperanza en su forma, pero deba ratificarse su confianza en el fondo mediante los hechos de sus protagonistas. Esa es la cuestión.

¿O no…?