Entre sus ventajas conviene saber que la congelación retiene las propiedades nutritivas del alimento. Es un sistema práctico y limpio. Permite organizar las comidas con mucha antelación y su precio es muy razonable. Además, podemos consumir algunos alimentos, sobre todo verduras y hortalizas, que no se pueden encontrar frescas, y, según en qué épocas del año. Lo único a tener en cuenta es que, al comprarlos, hay que seguir las normas básicas que dicta el sentido común. La más importante es rechazar los envases que no estén en perfectas condiciones, o que tengan escarcha o hielo adheridos a la caja, lo que indica que se ha roto la cadena del frío, es decir, que la temperatura bajo cero no se ha mantenido. También tenemos que tener en cuenta que, a la hora de descongelarlo, para que el producto mantenga su olor, sabor y aspecto debe hacerse lentamente. Lo mejor es retirarlo del congelador la noche antes y dejar que se descongele en el frigorífico, pero también puede realizarse a temperatura ambiente, tapado con un plato, o en microondas.
Por otra parte, si lo que se prefiere es comprar alimentos frescos y congelarlos, es importante que tengamos en cuenta la necesidad de comprobar la frescura del producto. Las verduras no tienen que tener marcas, ni hojas lacias y el pescado debe tener la carne dura y los ojos brillantes. Con la carne hay menos problemas. Las hortalizas se tienen que escaldar unos minutos. Se limpian y sumergen en agua hirviendo. Cuando el agua recupere el hervor, se cuecen durante unos minutos. A continuación, se enfrían rápidamente para parar la cocción. Acto seguido, congelar el producto fresco cuanto antes y utilizar bolsas de congelación o recipientes adecuados, porque, en caso contrario, su calidad se resentirá. Tiene que estar bien envuelto, procurando que no quede aire en su interior y, por supuesto, anotar debidamente en el paquete la fecha del envasado.