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Vaya por delante que uno cree en la política e, incluso, cree en los políticos, necesarios ambos para gestionar los deberes y derechos que hemos de asumir en comunidad y evitar, en definitiva, el caos. A los gobernantes de hoy les cuesta, es cierto, pero alguien tiene que velar por el papel de la democracia frente a los que pregonan el poder único como salvaguarda de este momento negro de la historia parlamentaria española. En su concepción, la política es voluntaria e invocar la desaparición de esta actividad es implorar la aniquilación de nuestros derechos más sagrados como individuos.

El marco constitucional en el que se ampara el sistema le hace un flaco favor a nuestros diputados y senadores. Los convierte en correveidiles de un único y exclusivo interés partidista, vértice democrático en el que todas las formaciones se equiparan, es decir, en el punto en el que la labor filantrópica pierde su verdadera esencia, la de servir al ciudadano que le votó. Esta degradación del altruismo conceptual del político puede degenerar en la confusión, en desconciertos que no son pocos últimamente, como el último debate de la recién aprobada “Ley Celáa”, convertido en el peor reflejo del parlamentarismo español contemporáneo y pésimo ejemplo para los escolares de una clase de Oratoria, huérfanos de espejos en los que mirarse. La puesta en escena de la discusión pública indica tan ínfimo nivel que es fácil sospechar la altura de miras que marca un debate en el seno de las comisiones parlamentarias, génesis de la profundidad del contenido de la ley.

Una disputa verbal sobre el futuro de la educación de nuestros hijos se transformó otra vez en el pozo en el que se ahogaron las expectativas de regeneración política de este país. Otra vez deviene en un debate sobre una Ley de Educación –y ya van unas cuantas–; un debate en el que lo único que ha quedado claro es que en la comedia de la Carrera de San Jerónimo crecen los figurantes y que esta “Ley Celáa” solo es, en realidad, la anterior a la posterior Ley de Educación en España.

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