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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La agilidad

A partir de la idea, ya expuesta en alguna ocasión, de que las empresas tienen perfecto derecho a ubicarse allí donde las condiciones les resulten más favorables y las normas legales se lo permitan, procede insistir en un punto: el que no espabile, pierde. Y, desde una opinión personal, Galicia se está quedando atrás en lo que podría denominarse carrera internacional por las inversiones, que conllevan ubicación de industrias y creación de puestos de trabajo. O sea, dinamicidad económica y prosperidad, además de un “chute” –con perdón– de confianza en el futuro.

La que acaba de publicar este periódico –que la farmacéutica “Zendal”, ubicada en O Porriño, eligió Portugal para ampliar sus plantas de producción de vacunas– supone por lo tanto otro aviso, y ya van varios, para que no se pierda tiempo en la implementación del proyecto que, “mirándose en el espejo de Portugal”, anunció el presidente Feijóo. O, dicho de otro modo, para animar a quien corresponda y que la intención no acabe como su predecesora, cuando el conselleiro –y hoy también vicepresidente– de Economía don Francisco Conde, dijo que estaba en marcha un plan para mejorar la atracción de inversiones.

La “amenaza” –entiéndase en su acepción estrictamente mercantil– es tanto más preocupante cuanto mayor el espacio económico gallego en el que se produce. Porque no se trata ya del sector conservero donde el capital extranjero copa los órganos de decisión o en el lácteo, que atenazan firmas foráneas; es ya el de los cultivos marinos, en los que apuestan empresas nórdicas, o el eólico, en el que parece estar formándose una lista de espera repleta de aspirantes. Y eso es bueno, pero depende.

No se trata de jugar con las palabras. Pero sí de colocar algunas cosas en su sitio o, al menos, advertir –desde un punto de vista particular– sobre algunos riesgos. El beneficio supone que la inversión genera riqueza y trabajo, pero también dependencia en las decisiones y, por tanto, en las consecuencias. Y aunque existen, en teoría, normas de control, no resulta preciso recordar que no todas se cumplen ni tampoco conllevan reglas detalladas para exigir que se haga lo que se debe. Por si acaso hay olvidos, y ahí está el ejemplo de Alcoa. Y unos cuantos más anteriores.

Por eso parece tan importante reclamar agilidad a la Xunta –como al Gobierno central en lo que se le necesite–, desde el respeto, dadas las dificultades intrínsecas de la tarea que será necesaria. Dotar de flexibilidad al aparato administrativo, poner de acuerdo a entidades que han de colaborar y conseguir que coincidan intereses que llevan muchos años compitiendo entre sí no es labor de titanes pero, en esta Galicia, casi. Y como hay que tomársela con calma, paciencia y prudencia, más vale iniciarla cuanto antes. No vaya a ser que cuando se culmine sea tarde.

¿Eh…?

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