Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Matías Vallés.

Al Azar

Matías Vallés

Trump cae ante un rival menor

Hace ocho años, los dirigentes del Partido Demócrata recomendaban a Obama que se desembarazase de Joe Biden en su segundo mandato, para ofrecer algún rasgo de revitalización de la candidatura. Ocho años después, aquel vicepresidente inservible es el presidente más votado de Estados Unidos, casi diez millones de sufragios por encima del profesor de Chicago que lo adoptó. El mérito de esta cosecha de apoyos sin precedentes le corresponde a Donald Trump, el perdedor más votado de la historia.

El meollo de las elecciones consistía en desbancar a Trump a cualquier precio, y el precio ha sido mayor de lo esperado, un imperio roto. La conjura demócrata subterránea consistió en presumir de candidatas socialistas al Congreso y al Senado, mientras se promovía a la Casa Blanca a un varón blanco, de edad, curtido en el “pantano” de Washington y sin veleidades progresistas. Es decir, la antítesis de Obama, de Hillary Clinton o de Kamala Harris, sin duda la gran ganadora de estas elecciones tras haber triturado verbalmente a Biden en las primarias. La vicepresidenta llega a la Casa Blanca como la indispensable Condoleezza Rice, a quien George Bush llamó “mi esposa” en un desliz. Prolongando el juego conyugal, la fiscal de origen jamaicano puede acabar siendo la presidenta viuda de Estados Unidos.

Trump no ha prestado la mínima atención a Biden durante 2020. Consideraba que “Dormilón Joe” o “Uno por Ciento Joe” no estaba a su altura, le acusaba de esconderse, lo insultó abiertamente en el primer debate y lo aplastó en el segundo. El presidente concentró su obsesión en la “plaga china”, pero la secuela The Donald II carecía de la frescura corrosiva de la primera entrega, y su protagonista se dio cuenta al contemplar su primer mitin con huecos en las gradas de Utah. Un bufón funciona para dar la réplica hiriente al rey, pero se desinfla cuando asciende al trono y se convierte en el pelele a derribar.

Se dirá que el planeta ha decidido tomarse en serio ante el riesgo de una pandemia apocalíptica, pero en tal caso no hubiera puesto a Biden al timón. El satanizado Trump no debía ser tan temible, dado que un rival menor ha bastado para desmantelarlo. Si existiera la neutralidad, en pocos meses surgirían dudas sobre la validez del recambio. Por suerte para los demócratas, la industria informativa anti-Trump orillará las vertientes más espinosas del nuevo presidente, véase Obama respecto de Bush como precedente.

El proabortista Trump nunca fue un presidente republicano, y en la década pasada jugueteaba con la idea de presentarse a la Casa Blanca bajo pabellón demócrata. Para lograrlo, ansiaba la asesoría inestimable de un Bill Clinton invitado a su boda con Melania Trump en compañía de Hillary. Para derrotar a esta convidada nupcial, Steve Bannon le dijo que las elecciones deberían girar en torno al otro candidato, obviando la figura indefendible de Trump. Por eso fue presidente.

Trump ha perdido porque ha polarizado las elecciones de 2020, su vencedor no emociona ni en la victoria. Pese a ello, Biden ha sobrellevado la tortura de un enemigo sin principios, para triunfar con silencio y diligencia donde han fracasado los bastiones intelectuales progresistas del planeta. Salvo que Trump sea el culpable del coronavirus, no ha cometido más desmanes que la media de sus predecesores. Y deja en herencia la Ley Trump: “Si deseas ganar las elecciones ante un adversario consolidado, preocúpate de no llamar la atención”.

Compartir el artículo

stats