Nos estamos acercando al final del primer mandato de Donald Trump y parece que ahora es el momento de echar la vista atrás para repasar algunos de los momentos vividos durante su presidencia. Una manera de hacerlo es a través de los libros. Resulta que, según los cálculos realizados por la empresa NPD BookScan, en los últimos cuatro años se han publicado 1.200 títulos sobre el presidente, más del doble que los publicados en el primer mandato de Barack Obama (500). Esto sin contar las obras que, pese a no enfocarse específicamente en el inquilino de la Casa Blanca ni tan siquiera mencionarlo, son reseñadas a la luz de la actual administración republicana.

Además, puede que al presidente Trump no le interese la lectura, pero sí le interesan los libros. Hasta el punto de que, cuando comenzaron las protestas tras la muerte de George Floyd, decidió hacerse la foto con un clásico, la Biblia, mientras los manifestantes eran dispersados con gas lacrimógeno. Él mismo ha publicado (aunque no escrito) más de una docena de títulos, entre los cuales se halla The Art of the Deal, su magnum opus, y ha chapoteado en diversos géneros literarios, desde la autoayuda hasta las memorias, pasando por los manuales de negocios que pueden ser interpretados también como panfletos políticos. De ahí surgió la idea que Carlos Lozada, el crítico de no ficción del “Washington Post”, le propuso a su editor en el verano de 2015, cuando el magnate presentó su candidatura a las elecciones presidenciales: un ensayo sobre la obra trumpiana. El editor aceptó la propuesta, pero le dijo que se diera prisa, ya que el interés por aquel exótico candidato no iba a durar mucho. Y aquí estamos, todavía interesados, miles y miles de páginas después.

Carlos Lozada escribió aquella crítica sobre los libros de Trump, pero también acabaría escribiendo otras muchas más en las que este, a medida que avanzaban los acontecimientos, aparecía como protagonista visible o invisible del relato. El periodista se encontró entonces con una gran variedad de textos. Había reportajes de investigación, biografías, hagiografías, libelos, aproximaciones etnográficas, manifiestos y propaganda. Los asuntos, además, eran diversos. Desde que el magnate ganó las elecciones, algunos autores comenzaron a diseccionar a la clase trabajadora blanca; otros trataron de promover una “resistencia” contra Trump. El lenguaje utilizado por el presidente, sobre todo en cuestiones relacionadas con la inmigración y con su promesa de construir el muro, dio lugar a unos cuantos estudios que exploran el conflicto racial y las políticas de identidad. Algunos de sus excolaboradores contaron sus experiencias laborales en la Casa Blanca. Aparecieron nuevas investigaciones acerca de la “trama rusa”. Se escribieron, también, ensayos sobre populismo y autoritarismo, sobre la supervivencia del sistema democrático.

Ahora Lozada acaba de publicar una obra muy oportuna, What Were We Thinking [‘Lo que estábamos pensando’], el libro sobre los libros de la era Trump, con la intención de narrar una “breve historia intelectual” del periodo. El autor, después de leerse 150 títulos sobre el tema, expone en esta compilación de críticas algunas curiosidades iluminadoras. Veamos un ejemplo. En el capítulo sobre la América profunda, donde los cronistas tratan de “comprender” a los votantes de Trump, aparece un personaje llamado Ed Harry. Este hombre, exmiembro del Partido Demócrata (fue delegado en la convención de 1992), es un antiguo líder sindical que votó al candidato republicano en 2016. Lozada se percató de que Harry, retratado como la quintaesencia del votante demócrata desencantado, sale en un libro (The Great Revolt) argumentando que decidió apoyar a Trump sobre todo por motivos económicos, quejándose de las grandes corporaciones, de Wall Street, de las dinastías Clinton y Bush y de la relocalización empresarial, pero lo encuentra citado también en otro libro (The Forgotten) con un perfil diferente: obsesionado con las teorías de la conspiración y las guerras culturales.

Lozada se pregunta si acaso la clase trabajadora blanca no estará funcionando como un dispositivo eficaz al que estos autores recurren para confirmar sus interpretaciones políticas preconcebidas. Es una buena pregunta. Ed Harry es, sin duda, un arquetipo. Sirve para construir un personaje que representa a todo un sector de la población. Y en este tipo de ejercicios no se suelen tener en cuenta todos los matices que presenta un individuo. Ed Harry, sin embargo, puede ser la misma persona en ambos libros. Es verdad que los autores escogen de él aquello que les resulta útil o aquello que andaban buscando. Pero de esa multiplicidad de rostros emerge otro personaje. Un votante que, desilusionado con su antiguo partido, decidió apoyar a Trump por la situación económica y que luego vio en él lo mismo que vieron algunos teóricos de la conspiración: una oportunidad para manifestar la rabia contenida por unos motivos distintos.

Harry puede sentirse traicionado por las élites políticas y al mismo tiempo cuestionar la versión oficial del atentado de Oklahoma City, o creerse que en 2016 votaron 3 millones de inmigrantes indocumentados (bulo difundido por el propio Trump), o no ver con buenos ojos que los transexuales puedan elegir baño. La nueva derecha populista ha sabido sacar partido de esa extraña combinación de preocupaciones. El martes comprobaremos si, tras pretender abordar de la misma manera una pandemia que ha acabado con la vida de más de doscientas mil personas, la estrategia sigue funcionando.