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Alfonso Villagómez.

¿Podríamos circular libremente por Galicia?

El surrealista y tramposo decreto de alarma permite a las Comunidades autónomas hacer de todo, o casi todo. Incluso habilita para dejar de hacer: las autonomías pueden suspender las medidas restrictivas de la libertad de circulación de los ciudadanos por sus territorios. En efecto, bajo ese ropaje, jurídicamente ultrajado de la “autoridad delegada”, el presidente de la Xunta podría perfectamente decretar la libertad de movimientos de los gallegos. Claro que no lo haría ningún dirigente responsable ante la agravada situación de la pandemia, sin adoptar unas imprescindibles y coactivas limitaciones. En primer lugar, no podrían moverse de sus casas los contagiados por la enfermedad, y, en segundo lugar, tampoco deberían circular libremente quienes resultaron sospechosos de ser portadores del virus, convenientemente detectados por los servicios sanitarios. Todos los demás ciudadanos ¿por qué no podríamos ejercer nuestro derecho fundamental a la libertad de circulación?

Quizá sea pedir mucho a unos políticos adocenados. Quizá incluso tampoco los ciudadanos estamos preparados para asumir tan grande responsabilidad. Y, más aún, acechados por este fantasma del coronavirus que recorre toda Europa. Ni Macron ni Merkel ni Costa son unos pequeños dictadores, como tampoco lo es Sánchez, pero siempre ha sido más fácil cerrar y prohibir que organizar la libertad.

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