El error de los apocalípticos, incluido Juan de Patmos, no está en las predicciones sino en el tempo. Una gran catástrofe –por ejemplo, la extinción de especies, o el cambio climático– se la imagina uno como algo súbito, cuando en realidad cursa rápidamente en tempo cósmico pero mucho más lento en tempo humano, bajo el cual nos vamos adaptando al proceso. No hace tanto fue Stephen Hawking el que dijo que el futuro de la humanidad estaba en las estrellas. Hace días ya es un científico de la NASA el que ha dicho que la Tierra era nuestra cuna, pero que algún día habría que dejar la cuna. Todas las profecías (hoy localizadas en la ciencia-ficción) sobre el fin del mundo y el traslado de la especie a otros planetas ¿empezarán en seguida a convertirse en planes de emergencia a largo plazo? El instinto reproductor y depredador (de nuestra propia cuna) siempre será más fuerte que la razón.
