Opinión | Crónica Política
Javier Sánchez de Dios
La acritud
Es posible que entre las causas del deterioro galopante de imagen que padecen los políticos, la principal se concrete en la falta de credibilidad de bastantes de sus dirigentes. Y no es, la hipótesis, tanto el fruto de un punto de vista particular cuanto de la demoscopia: las encuestas lo ratifican una tras otra, aunque -como es habitual- en función de quién las encargue. Pero como se repiten, el diagnóstico se hace medible y por ello poco opinable y afecta sobre todo a quienes más se contradicen, sea cual fuere el nivel que ocupen en la jerarquía del oficio público.
El caso más evidente entre muchos, y se dice con el respeto debido al cargo, es el del presidente del Gobierno, don Pedro Sánchez, quien durante la clausura del Foro La Toxa reincidió en lo que probablemente es el origen de que "su" PSOE solo ascienda en los sondeos que fabrica el CIS del señor Tezanos. Por motivos varios, pero entre los que sobresale su reiterada costumbre de repetir como "imprescindibles" hábitos efectivamente muy útiles para las circunstancias difíciles pero que él es el primero en desatender incluso ya antes de recitarlos.
Se menciona la cita de A Toxa porque en la clausura de la edición del Foro, su señoría insistió en la receta de "unidad" al tiempo que imputaba a los "partidos tradicionales" una supuesta manía de criticar para, según denunció, obtener réditos electorales. Que nadie sabe cuándo se cobrarían, porque de él depende la convocatoria de comicios, y por tanto tiene, como sus predecesores, la sartén por el mango. Pero llama la atención que lo de "unidad" lo entienda don Pedro desde la descalificación de sus rivales, a los que llamó "tradicionales" quizá para disimular.
Peor aún resulta lo de la "lealtad" a la que apela con frecuencia, porque en ese capítulo aún son más graves los defectos. Y no solo por lo que está haciendo con Madrid -injustificable incluso aunque se admitan las limitaciones de la presidenta de la Comunidad- sino por su política, desleal con todos los demás, hacia los separatistas catalanes y vascos. Que, aparte, es un disparate resumido en entregar las decisiones de Estado a quienes no quieren formar parte de él e insisten en que volverán a perpetrar los delitos que cometieron y por los que están condenados.
Cuanto queda expuesto, que es solo lo que está ocurriendo, se constata con hechos. Y podría añadirse lo de la polarización, un mal de la sociedad española que el Gobierno del señor Sánchez -con el auxilio primordial de Iglesias, Rufián y algún que otro ministro- se encarga de fomentar. De ahí que, frente a lo que se expuso como esperanzador en la apertura de la cita de A Toxa se haya vuelto en su cierre -y esto sí es opinión personal- una sensación de sensación de acritud. Y no solo por el mensaje de clausura, sino por la diferencia de su contenido con los de apertura.
¿O no??
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