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Luís Martínez, la casa comercial que hizo época

La saga comenzó en el local de Curros Enríquez como papelería, librería y administración de lotería desde 1907 (1)

Luís Martínez fue, sin duda, un nombre legendario que hizo época en la pequeña gran historia del comercio pontevedrés. Su buen recuerdo aún permanece indeleble por derecho propio en la memoria colectiva.

Seguramente poco hay que contar a padres y abuelos que conocieron bien el local de la Oliva, a cuyo frente estuvo el hijo menor. Pero sí hay mucho que rememorar sobre el establecimiento matriz de Curros Enríquez, que abrió su padre e iniciador de la saga, Luís Martínez Pérez.

José Antonio Antúnez en la calle del Puente (antes de su traslado a la Oliva), Andrés Landín en Riestra, Joaquín Poza Cobas en Michelena y Benito López Paratcha en la Oliva. Estas eran las cuatro librerías-papelerías que tenía Pontevedra en 1907, cuando Luís Martínez se instalaba en Curros Enríquez. Un poco más tarde llegaba Francisco Viñas a la calle de la Oliva.

Luís Martínez ocupó un amplio local entre un horno y una sombrerería, según la descripción de los locales de dicha plaza que hizo Hipólito de Sa en Estampas Pontevedresas. Donde estuvo el horno se montó después Droguería Moderna, de Luís Esteban, y donde estuvo la mercería se instaló más tarde La Modernista, de Aurelio Ferreiro, otros dos comercios señeros.

El librero ocupó con su familia un piso del mismo edificio y allí vivió hasta su fallecimiento, mientras que ocupó la otra planta Avelina Pérez, directora de la Escuela Normal de Maestras. Vecina de ambos fue la familia de la conocida poetisa Herminia Fariña.

La Biblioteca de Escritores Gallegos figuró desde su aparición entre los fondos más destacados de Luís Martínez. La prestigiosa colección agrupaba a autores tan renombrados como Manuel Murguía, Ramón María del Valle-Inclán, Prudencio Canitrot, Alberto Insúa y Manuel Linares. Cada libro se vendía al precio de dos pesetas. Poco a poco, el comercio incrementó sus fondos bibliográficos y dispuso igualmente de un apartado de libros de texto de la época para escolares y así como de otras materias especializadas.

Al rebuscar en sus antiguos recuerdos, su hijo Luís contaba que Diario de un niño había sido el libro que más le había impactado en su infancia, y todavía recordaba bien las visitas comerciales a su padre del representante de la reconocida editorial de Saturnino Calleja, con sus célebres cuentos y manuales.

Luís Martínez enseguida acogió en su local a la administración de Lotería número 2 y esa actividad complementaria contribuyó a incrementar su variopinta clientela. El trasiego que ocasionaba la compra de billetes y décimos era muy considerable, sobre todo con motivo de los sorteos especiales.

Precisamente el 21 de octubre de 1926 ocurrió el acontecimiento soñado por cualquier lotero: Luís Martínez despachó el primer premio del sorteo celebrado aquel día, dotado con 150.000 pesetas (15.000 por décimo), que correspondió al número 6.579. Además vendió los números anterior y posterior, igualmente premiados con un "pellizco". Allí se armó la marimorena.

Siguiendo la costumbre de la época, el comercio se abrió a otros servicios dispares como, por ejemplo, la reserva anticipada de localidades para las corridas de toros o para algunos conciertos musicales.

Mucha resonancia alcanzó una actuación a mediados de 1918 en el Teatro Principal del famoso pianista francés Risler, cuya gira por España tuvo que aplazarse inicialmente a causa de la Primera Guerra Europea. Luís Martínez compartió con López Paratcha -principales comercios musicales- la exclusividad de la reserva de entradas, cuyos palcos acapararon las familias más distinguidas de esta ciudad, de los Riestra a los Mon.

Buena prueba de la impronta social que logró el primer Luís Martínez entre la sociedad pontevedresa fue su participación en las juntas directivas del Liceo Gimnasio y Recreo de Artesanos. Tras la dimisión de Prudencio Landín y Eladio Portela como presidente y secretario de esta última entidad a mediados de 1910, el doctor Celestino López de Castro y él mismo, ocuparon dichos cargos. Luego, Luís Martínez aún continuó como secretario dos años más.

El librero y su familia protagonizaron en desdichada ocasión la crónica negra a causa del espectacular robo perpetrado en las dos viviendas de su edificio, aprovechando la ausencia de ambas familias. Luís Martínez denunció a la Policía la falta de numerosas monedas antiguas de oro y plata, diversas alhajas y 1.000 pesetas en libras esterlinas. Los amigos de lo ajeno hicieron sin duda su agosto aquel mes de febrero de 1920 y luego no hubo noticia alguna sobre la recuperación de tan suculento botín.

A lo largo de aquella década, los hijos Clemente y Luís se iniciaron en el negocio cuanto todavía eran unos niños, pero aprendieron mucho y rápido junto a su progenitor. Luís contó después que empezó a los 14 años haciendo recados de un lado para otro. El comercio fue como una prolongación de su casa y entre libros correteaba el chaval con absoluta libertad.

Aunque el librero estaba delicado de salud, nada hacía presagiar una muerte fulminante. Pero eso ocurría a mediados de 1927 durante una celebración familiar en la parroquia de Bora. Repentinamente se sintió indispuesto y nada pudo hacerse por salvar su vida.

A su fallecimiento, el comercio de la plaza de Curros Enríquez pasó a nombre de su mujer como Viuda de Luís Martínez. Pero a los pocos meses cambió a Hijo de Luís Martínez. Naturalmente, el titular era Clemente, el mayor. Todavía un adolescente, Luís estaba más interesado por el atletismo que por el comercio, y aún veía mal que bien; su ceguera se produjo mucho después.

A esa nueva etapa de la casa comercial en manos de la segunda generación Martínez-Gendra, cuando alcanzó su mayor esplendor y dispuso desde 1930 de un segundo local en la calle de la Oliva -a la postre el más conocido-, dedicaremos una segunda crónica el próximo domingo.

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