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Emilio Lorenzo y el patrimonio de Santo Domingo

El 17 de julio de este año falleció en Vigo Don Emilio Lorenzo Rodríguez, que había nacido en Santa Baia de Anfeoz el 26 de noviembre de 1926. Alumno de los Seminarios de Ourense se ordenó sacerdote el 3 de junio de 1950, comenzando sus tareas pastorales en la recién creada parroquia de Os Peares. Tres años después fue nombrado coadjutor de la parroquia de Santa Eufemia del Centro y Consiliario Diocesano de los jóvenes de Acción Católica. En 1955 coadjutor de la Parroquia del Couto para ser nombrado en 1962 párroco de Santa Eufemia la Real del Norte-Santo Domingo, en donde estuvo hasta su jubilación el año 2001. Fijó su residencia entonces en Vigo.

Podría ser la ficha normal de muchos curas, pero Emilio Lorenzo no fue un sacerdote cualquiera, con grandes cualidades personales y sacerdotales, facilidad de palabra y una personalidad muy destacada, no siempre cómoda para todos, porque además no ejerció de "quedabien" dando la razón indiscriminadamente, ni guardó cómodos silencios que también le hubieran ahorrado disgustos, porque por supuesto no siempre acertó. Emilio Lorenzo ha sido para Ourense una persona de grandes iniciativas y de muy enriquecedoras realizaciones que le hubieran merecido la gratitud de alguna distinción, tanto eclesiástica (quizá monseñor) como civil (alguna encomienda), si estos reconocimientos no fueran tantas veces malgastados en personajillos que los alcanzan más por enchufe que por méritos. He conocido y tratado a Don Emilio los suficientes años como para admirar sus empeños inteligentes, no siempre con éxito, como el Club Santo Domingo, o el complejo parroquial que soñó cuando adquirió el edificio del Cine Mari en la Calle del Cardenal Quiroga. Y desde luego sobresaliente y eficaz su tarea de dignificar el templo parroquial de Santo Domingo hasta convertirlo en un referente de arte al servicio del culto, siempre con criterio de excelencia y es en este campo donde quiero poner mi mirada agradecida como historiador del arte y Delegado Diocesano de Patrimonio. Todo ello unido a una generosidad no frecuente, suya y de su familia, para acometer restauraciones, reformas y conservación, comenzando con la renovación de las cubiertas que siempre es la base para que un edificio goce de buena salud.

La iglesia

Quiero hacer la lista de lo que el patrimonio de la ciudad le debe haciendo de la Iglesia de Santo Domingo un modelo de inteligente conservación. Una lista que habrá que recordar y agradecer siempre que se hable de este templo un importante contenedor de obras valiosas del mejor barroco.

Comenzó retirando altares de estilo neogótico e imágenes de arte industrial que hacían desmerecer el conjunto. La Iglesia tiene tres importantes retablos del escultor Francisco de Castro Canseco. Reubicó simétricamente los laterales del Rosario y San Jacinto. Restaurando los tres los Hermanos Núñez, que eran los únicos con lo que entonces se podía contar para este tipo de obras. Mas adelante tras el Concilio Vaticano II, a los Núñez les encargaría el altar cara al pueblo en el que utilizaron algunas piezas originales de Castro Canseco, que se habían retirado del retablo del Rosario. También piezas de este retablo se aprovecharon para ménsulas de algunas imágenes.

Acometería hacia 1990 una nueva restauración del retablo mayor encargada a la Casa Granda de Madrid que haría entonces el Sagrario perfectamente adecuado al retablo con un relieve de la Navidad en la portezuela.

Luego les llegaría el turno a los retablos barrocos de San José y de Nuestra señora del Perpetuo Socorro (ante de Nuestra Señora de África) renovando con una pintura de calidad el icono de Nuestra Señora.

La restauración llegó también al relieve de Pedro Taboada de la Transfiguración y las tallas del Bautista y san Jerónimos del mismo escultor y las de San Vicente Ferrer, San San Telmo, el Beato Posadas y San Pedro mártir, todas valiosas, algunas de las cuales salieron de los trasteros y hoy ocupan con dignidad el baptisterio o la Sacristía.

Renovó el baptisterio encargando una tapa de madera dorada y un gran relieve a los talleres Granda y con un nuevo confesonario, cartela alusiva y elegante cierre a modo enrejado con cartela alusiva a la dedicación de este espacio a los sacramentos del Bautismo y Penitencia. Simétricamente la capilla frontera la organizó dedicada al Calvario. Cierre igual al otro de madera noble y bronce, cartelas alusivas a la Pasión y encargó a los mismos talleres una imagen de madera policromada de San Juan para completar el Calvario. El Cristo y la Dolorosa barrocos y valiosos los restauró.

Se restauraron también los lienzos presentes en la Iglesia, la Aparición de Santo Domingo en Soriano calabro y dos pequeños en marcos barrocos muy elaborados con la Asunción y la Inmaculada.

Atrio y Cardenal Quiroga

Otra obra significativa afectó al atrio, además de puertas y cortavientos de maderas nobles, cerró el atrio con una sencilla pero adecuada reja para preservarlo de vandalismo que en algún momento derribó la balaustrada barroca de la escalera de bajada desde la calle, y dispuso la rampa de acceso para las personas limitadas de movilidad. Obra resuelta con acierto y discreción que encargó a la arquitecta Belén Conde.

Vidrieras. Traslado a la fachada las que tenía el retablo mayor con los corazones de Jesús y María y para estas ventanas encargo unas nuevas con símbolos religiosos. Un Vidriera nueva grande con la Anunciación (estilo neorenacentista) para el crucero en simetría con la ya existente de Nuestra Señora del Rosario y se hicieron las pequeñas de las capillas laterales.

Finalmente hay que señalar que comenzó la renovación de los bancos, renovó toda la instalación eléctrica y celebró con solemnidad el año 2000, el centenario del nacimiento del Cardenal Quiroga Palacios, párroco que fue de esta parroquia, con una importante celebración presidida por el Arzobispo de Santiago Monseñor Barrio y la colocación de una placa en bronce en la fachada de la Iglesia.

A esto se unen las cotidianas y generosas iniciativas en el campo pastoral, devocional y litúrgico que hicieron de Santo Domingo una parroquia ejemplarmente viva.

La suma de sus empeños es notable y fecunda, merecedora de memoria y gratitud, estas líneas quieren ser eso: el reconocimiento admirado de quien de cerca ha seguido y animado muchos de estos trabajos. Que Dios le premie lo que nosotros no hemos sabido reconocerle mientras vivió.

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