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Espumilla significativa

Hay una indudable verdad, nuestra vida cambió. Van allá seis meses desde el pico grande de la última semana de marzo en la célebre curva de infectados, seis meses sobreviviendo con la vida urbana y laboral quebrada, resistiendo el virus aplomado verticalmente sobre nuestras cabezas. ¿Qué nos aguarda?

El pasado mes de mayo el británico The Guardian ya se preguntaba sobre el legado del Covid-19 en la vida urbana. Tras indagar en distintas partes del mundo, avanzaba que con seguridad habrá cambios, si bien diferentes por sitios, no es lo mismo Seattle que Delhi, ni Budapest que Seúl. No obstante, la urbanización del planeta es toda distinta y a la vez parecida. Aun siendo pronto para saber, hay indicios de novedades, circulan dibujos e iniciativas. ¿Y en Galicia?

En esta parte del mundo, atento al ámbito metropolitano, FARODE VIGO trae estos días anotaciones frescas. Ciudadanos que desplazan su vecindad principalmente desde Vigo a Nigrán, Baiona, Moaña, Bueu...Tomiño. Las periferias metropolitanas gallegas ofrecen atractivos a medio camino entre el piso urbano hacinado y la vivienda rural solitaria. Una diversidad de centralidades urbanas que abogan por mancharse más con la tierra y, todo ello, ahí al lado. Al alcance de la mano, sin tener que renunciar a los beneficios de la ciudad ni necesitar aislarse en el campo. No es una ola? acaso ¿espumilla significativa?

Coincidiendo, por puro azar, con el estallido de la pandemia, desde la mismísima Quinta Avenida, desde el Guggenheim de Nueva York, Rem Koolhaas lanzó una proclama impactante, "el campo: el futuro". Poco después, inaugurando el reinventado puente de Génova, Renzo Piano deslizó su mensaje, "el sentimiento de ciudad, de lo urbano, es algo a lo que no me gustaría renunciar". Dos arquitectos humanistas subrayando sensaciones oblicuas, que no contradictorias, sobre campo y ciudad. ¿Qué se mueve en el planeta urbano?

Como quien en medio de una conversación amigable pronuncia un nombre inconveniente, el coronavirus tocó dos fibras de alta tensión territorial: el espacio y el tiempo. Tocante al espacio, ese mundo en el cual "ya no hay distancias" pide ahora distanciamientos. Tocante al tiempo, la "máquina imparable" de nuestro modo de vida sabemos ahora que sí se puede parar. El cómodo y horripilante "es lo que hay" se tambalea, se resquebraja...y abre una vía de agua a formas de habitar alternativas y, en todo caso, mucho más matizadas. ¿Alguna autocorrección del sistema en marcha?

En primer lugar, hablemos de tiempo. En este punto hay que dar entrada al actor revelación: la bicicleta. Este verano se hizo difícil comprar una bicicleta, los stocks se agotaron. Fueron la válvula de escape, un soplo de salud en pleno asedio a la salud, lograron en tiempos de enojo, sin lucha, imponerse en la calle, los carriles de coches cedieron la alfombra verde al carril bici y por todas partes se abrieron paso los patinetes. Un respiro físico e ideológico, con o sin bandera de "ciudad de los 15 minutos". Una fuerza centrípeta que coexiste con las centrífugas que empujan a huir del centro.

En segundo lugar, hablemos de espacio. Aquí hay que dar entrada al actor principal en Galicia: la vivienda familiar. Tras generaciones de migrantes campo-ciudad, la vivienda se asienta en tres perchas, no en una sola. Es decir, la casa longeva de la aldea (lugar de partida), el piso en la ciudad (lugar de llegada) y la, a menudo chocante, casa moderna en la aldea o en la costa (lugar del deseo) que cierra un bucle que persigue sus propios pasos. Este territorio "pixelado" por la acumulación de inmenso esfuerzo humano, es un campo sembrado que en tiempos poscovid podría transformarse en un innovador recurso patrimonial.

En tercer lugar, hablemos de relación espacio-tiempo, los dos materiales que construyen la escala del territorio. Cambiamos de escala (una representación de la realidad) tan pronto como nuestra apreciación del espacio y el tiempo es otra. En estos seis meses, simbolizan bien esta metamorfosis en curso: la insignificante bicicleta, el teletrabajo agazapado bajo el tiempo "0", o la deslocalización del vestido gastado de la vivienda. Estarán entre los mimbres del futuro territorio poscovid, de la transición energética, el cambio climático y, en conjunto, de una nueva forma de vida en Galicia.

El personaje de "la luz del silencio" de Rafael Dieste, que cuando regresa a la casa de la aldea encuentra que no hay nada, no ve sino la nada que él mismo lleva de la ciudad. Es sabido que Galicia no llegó a la cita con la revolución industrial. Ahora, afrontamos una nueva cita con la historia. Está en nuestra mano ser protagonistas o espectadores, lograr poder decir, esta vez sí: hay de todo.

*Arquitecto

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