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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La dificultad

Lo va a tener difícil, don Francisco Conde, para cumplir el encargo que se le ha hecho. Que parece el de activar y coordinar la ingente tarea de hacer frente a una macrocrisis que todos auguran y para la que, de momento al menos, no dispone de herramientas realmente útiles. Sin conocer los repartos de fondos -estatales y europeos- ni cuándo y cómo llegarán, habrá de suplir con talento y agilidad esos huecos que más parecen profundos agujeros. Y es lo cierto que, apenas llegado a la Vicepresidencia segunda de la Xunta, ya demostró que mantiene su sensatez.

No es un dato banal, porque aporta un respiro imprescindible a la angustia de quienes lo necesitan más que nadie, que son los agentes socioeconómicos. El señor Conde ha dicho que las teorías acerca de que su ascenso es una clave de sucesión futura en la Presidencia son rumores, y que él está a lo suyo, que no es eso, sino todo el área económica. Pudo añadir, o quizá ya lo sugirió, que con eso tienen bastante él y su equipo: no solo para responder a los desafíos inmediatos, sino para afrontar los que están por venir, entre ellos los que advertía ayer mismo este periódico.

Y que nadie se engañe: no son nuevos, y su antigüedad no hace sino complicar las soluciones, además de que algunos están fuera de su capacidad de respuesta. Es el caso de la fusión de Caixabank y Bankia, que producirá el aumento del paro en el sector financiero gallego. O el de las prejubilaciones masivas que las empresas de cierto tamaño preparan para aliviar su situación y que no contribuirán a crear otro tipo de empleo, digan lo que digan sus inductores: solo con volver la vista no muy atrás hay ejemplos más que suficientes para solidificar ese argumento.

Todo ello, además de Portugal. Un competidor inteligente, ágil, hábil, que sabe jugar sus cartas en terrenos contiguos y casi comunes para atraer inversiones y que juega arriesgando los límites, pero sin cruzarlos. El vicepresidente, en su momento, puso en marcha un plan que no dio resultado a la vista de las estadísticas, pero de cuyo balance no se dieron explicaciones. Quizá porque no enfocó bien el modo de competir, no se quiso arriesgar en audacia o los agentes necesarios no colaboraron; a falta de motivos, hay que recurrir a la especulación.

Ahora ya no hay tiempo para repetir posibles errores ni para dudar en los métodos. Galicia, si quiere salir airosa de las tormentas que vienen, ha de tener ideas claras y aplicables a corto y medio plazo. Y desde una opinión personal, rechazar el conformismo de aceptar que con un porcentaje de daños levemente inferior a otros es suficiente. Y de eso hay demasiado aquí, muchos que aceptan el mal menor como éxito cuando en realidad no debiera considerarse algún tipo de consuelo. Don Francisco Conde lo sabe, y también cómo evitarlo: es de esperar que acierte en una tarea en la que todos, salvo los muy estúpidos, le desean éxito. Por el interés general.

¿O no...?

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