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Clave de sol

La buenísima intención de nuestros "primeros padres"

Si somos capaces de contemplar con serena racionalidad la realidad social y política que nos circunda, dejando a un lado pasiones y tendencias, acaso concluiríamos que es un esfuerzo inútil perder el tiempo en reprochar al adversario que a su vez nos reproche a nosotros sostener criterios diferentes.

De donde podríamos deducir que llevar la contraria al adversario político, pero sobre todo discutir, reñir, echar en cara, incluso amenazar supone un tiempo perdido.

Y más, en las circunstancias actuales cuando, sobre todo en la izquierda, se considera que la simple existencia de otros criterios, que se encasilla en la pretendida tenebrosidad del llamado conservadurismo, no es otra cosa que una anomalía que lo único que se merece es declararla a extinguir.

Dicho sea todo esto con referencia a las actuales circunstancias políticas, absolutamente atípicas, pero también definitivamente hispánicas, ajenas a la lógica política, pero también es posible que comprensibles si se echa mano de su origen histórico.

Sin entrar en detalles, desde el primer tercio del siglo pasado, hubo monarquía, dictadura militar, república de izquierdas, revolución, guerra civil, dictadura de derechas, franquismo, transición y en 1978 la declaración de España como Estado social y democrático de Derecho (libertad, justicia, igualdad, pluralismo?). Y su forma política, la monarquía parlamentaria.

En el preámbulo de la Constitución se especifica el propósito literal de "proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones". Clave todo ello de las llamadas comunidades autónomas, creación ex novo de buena intención y también fuente de problemas para el futuro de entonces que es el presente de hoy.

Es como una norma en la gente de orden alabar aquellos esfuerzos de la derecha y la izquierda en la casi totalidad de la clase política encargada de encauzar la transición. Y no digamos en acaso la mayoría de los comentaristas de radio, televisión y prensa, solo con muy contadas excepciones como Fernando Vizcaíno Casas y quienes vimos dónde estaba el peligro y el mayor precio a pagar por la pretendida originalidad del llamado estado de las autonomías.

Es decir, la articulación del original y carísimo estado de las autonomías para tratar de contentar a quienes nunca se contentarían por definición: los larvados separatismos de radicales vasquistas y catalanistas. Nuestros "primeros padres" constitucionales hicieron lo que podían con buenísima intención pero cierta ingenuidad.

Algunos creímos entonces que diecisiete remedos de pequeños estaditos con órganos normativos para poder contentar a quienes no se iban a contentar eran un costosísimo lujo.

También, un peligro a plazo que normalmente se cumple. En eso estamos.

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