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Juan José Millás.

El trasluz

Juan José Millás

Un Cola Cao

Hay una desproporción enorme entre lo que el mundo te pide y las herramientas que te ofrece para llevarlo a cabo. Me lo cuenta un joven de 35 de años con el que coincido en un parque cuyo perímetro recorremos los dos a primera hora de la mañana.

-Todo el mundo -dice- nos pregunta a mi novia y a mí cuándo vamos a tener niños y ni siquiera vivimos juntos porque no podemos pagar un alquiler.

-¿Qué quiere decir todo el mundo?

-Todo el mundo son los suegros, los tíos, las tías, los cuñados, los abuelos y hasta los jefes de personal de las empresas. Hay una presión enorme de carácter social que hemos llegado a interiorizar. Ahora somos nosotros los que nos presionamos.

-¿Y esa presión en qué se traduce?

-En infelicidad. Yo vengo de un mundo en el que a los veinte o veinticinco tenías que colocarte, a los veintiocho irte a vivir con tu novia, a los treinta tener un niño y a los treinta y cinco pedir la hipoteca para comprar una casa. No se ha cumplido nada, absolutamente nada de ese programa porque todo se ha ido al cuerno. Pero de algún modo te siguen exigiendo que cumplas el plan previsto sin las herramientas necesarias.

-Que además no es tu plan -añado.

-Lo fue -dice- porque yo no he aspirado a otra cosa en la vida que a ser normal. Yo quería tener un trabajo normal, una esposa normal, un par de hijos normales, un coche normal y una hipoteca normal. Me educaron para eso, para ser normal. Pero lo normal se ha puesto por las nubes, lo normal te cuesta un ojo de la cara.

Al hombre se le saltan las lágrimas y a mí, casi, también. Lo que antes resultaba heroico era salirse de la norma. Para ser extravagante tenías que pelearte con toda la familia y con toda la sociedad. Ahora te empujan a la excentricidad.

Cuando terminamos el paseo, le invito a desayunar y él pide un Cola Cao, pero en esta cafetería no tienen Cola Cao.

-¡Hasta tomarse un Cola Cao -exclama-, que para mí ha sido siempre una cosa normal, resulta hoy una rareza!

Y lleva razón, pobre.

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