En 1995 se celebró el treinta aniversario de la marcha en defensa de los derechos civiles que tuvo lugar en Selma, Alabama, cuando los manifestantes, quienes protestaban pacíficamente, fueron brutalmente apaleados y rociados con gas lacrimógeno por los agentes de la Policía Estatal, suceso conocido como Domingo Sangriento. Las mismas personas que cruzaron el puente Edmund Pettus el 7 de marzo de 1965 se encontraron, tres décadas después, con George Wallace, quien fuera el gobernador de Alabama durante aquellos años y el responsable, directo o indirecto, de muchos de los abusos cometidos contra los negros en ese estado sureño, incluida la represión policial anteriormente mencionada. Wallace, con 75 años y en silla de ruedas (en 1972 le dispararon varias veces en un centro comercial), se presentó en el instituto St. Jude de Montgomery, donde se habían juntado los protagonistas de la histórica protesta, y les pidió perdón. "Que vuestro mensaje sea escuchado. Que vuestras lecciones nunca se olviden. Que nuestra historia siempre sea recordada".

George Wallace fue uno de los grandes demagogos de la política contemporánea estadounidense. Como miembro de la vieja (y desaparecida) facción sureña del Partido Demócrata, defendió las leyes de Jim Crow ("separados pero iguales") y se opuso activamente a las leyes de los derechos civiles, generando un clima de terror e intimidación para los afroamericanos. Logró ser gobernador de Alabama en cuatro ocasiones y se presentó cuatro veces a las elecciones presidenciales. En su discurso inaugural de 1963, escrito por un conocido miembro del Ku Klux Klan, rindió un homenaje a la Confederación, exaltó los valores de la "población anglosajona", alertó sobre la amenaza comunista y pronunció las célebres palabras: "Segregación ahora. Segregación mañana. Segregación para siempre". También adquirió notoriedad en todo el país cuando, violando una ley federal, bloqueó la entrada de dos estudiantes negros que habían sido admitidos en la Universidad de Alabama. Sin embargo, George Wallace, al final de su vida, dijo que reconocía el sufrimiento causado.

John Lewis, un congresista afroamericano que estuvo en la marcha de Selma, publicó un artículo tras la muerte de Wallace explicando las razones por las cuales él lo había perdonado. "Lo tuve que hacer porque odiarlo solo perpetuaría el mismo sistema que pretendíamos destruir".

No todos lo hicieron. Según contaba una crónica del Baltimore Sun sobre el treinta aniversario del Domingo Sangriento, algunos manifestantes eran incapaces de olvidar la opresión que tuvieron que padecer durante aquellos años ("atacar a los niños con perros") ni se creían la supuesta conversión que Wallace decía haber experimentado.

La hija del gobernador, Peggy Wallace Kennedy, ha publicado un libro, "The Broken Road", donde cuenta cómo fue crecer en la casa del "racista más peligroso de América", como lo llamó Martin Luther King. El objetivo de esta obra, según la autora, es, por un lado, contribuir en el mensaje de reconciliación y reparación que su padre difundió al final de su vida, y, por otro, a modo de catarsis, intentar dar sentido a su complicado relato familiar transformándolo en una dolorosa fábula sobre el sur segregacionista.

Wallace Kennedy dice en su libro que tardó varios años en comprender lo que para muchos era evidente. Que su padre, a quien adoraba y respetaba, no solo había fomentado, sirviéndose de un lenguaje perverso, el odio racial, legitimando desde las instituciones públicas diversas formas de violencia, como los linchamientos y la represión policial, sino que él mismo había sido un racista. Pero en su casa nunca se escucharon comentarios despectivos hacia los negros. Se trataba de la segregación, no del racismo, insistían. Del mismo modo que, como escribió John Lewis, George Wallace nunca disparó o maltrató personalmente a un afroamericano, ni arrojó una bomba en un local. Solo necesitaba pronunciar ciertas palabras o mirar hacia otro lado cuando sus policías se sobrepasaban.

Wallace, en el mismo discurso donde ensalzaba los valores de la Confederación y la población anglosajona, llegó incluso a denunciar el racismo de los extranjeros y los adversarios ideológicos. Así se ganaban las elecciones entonces en determinados lugares y, cambiando algunos términos y añadiendo otros, también se pueden ganar así las elecciones ahora.