Esta columna a menudo fastidiosa y pijotera, necesariamente cambia su tono habitual para llorar la muerte de José Antonio Durán. Aún lo estoy viendo en El Vergel con su chándal negro bajo la portería del Teucro, o en la tertulia del Chiruca con Cochón, Lueiro, Chacón y Corbal, entre otros.

Contumaz investigador a caballo del Museo Provincial y la Biblioteca Nacional, y magnífico cronista como fruto de ese laborioso trabajo. Y también periodista ocasional desde que el legendario redactor jefe Ángel Huete le inoculó el gusanillo de la linotipia y el tipómetro.

Un minucioso repaso a la obra de JAD llenaría este periódico, a partir de El primer Castelao, su primera obra que yo compré en la Feria del Libro de Madrid para celebrar mi titulación en la Escuela Oficial de Periodismo en 1 972.

Durán fue una rara avis en cuanto a su proyección comercial; es decir que pronto resultó un gran negociador en la transacción de su trabajo a pecho descubierto. Baste decir que hizo cosas importantes con instituciones tan dispares como el Ministerio de Cultura, el Parlamento de Galicia y el Banco de Bilbao, sin olvidar a la Diputación de Pontevedra. Practicó con éxito una rara intermediación de compra-venta de libros antiguos y primeras ediciones, con clientes tan especiales como Ramón Villares o Jacinto Rey. Y fundó el Taller de Ediciones para editar libros a su imagen y semejanza.

Además del gusto por el periodismo y la investigación, a JAD y a mí nos unió el encanto por aquel Madrid de los años 70 y por el Rastro y la Cuesta de Moyano. No fallamos un solo domingo durante muchos años.

Durán supo ver con antelación la que se venía encima y un día me anuncio con pesar: "Convéncete Rafa, el libro está muerto". Aquella sentencia me hundió en la miseria y no quise aceptarlo, aunque sabía que tenía razón.

A este nuevo tiempo, JAD respondió con un salto al audiovisual contando con la ayuda de su hijo, y también en ese ámbito hizo cosas meritorias como sus Historias con data. Al mismo tiempo, en Internet puso en marcha La cueva de Zaratustra, un rincón abierto al libre pensamiento que acogió magníficas colaboraciones. Solo al final de su trayectoria, el descreimiento y el pesimismo le pesaron mucho.

El Meollo de la cuestión está en saber si JAD recibirá el homenaje que merece, tanto de sus mejores amigos como de sus instituciones deudoras, si no ahora al menos cuando la pandemia lo permita y, de paso, vislumbrar si habrá o no un libro póstumo de Memorias de Tonio.