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Francisco García.

Billete de vuelta

Francisco García

Deporte y conciencia social

¿Qué tiene el baloncesto que le falte al fútbol? Sobre todo, conciencia social. Los jugadores de la Liga profesional norteamericana, la poderosa NBA, anunciaron la pasada semana un histórico plante en respuesta al desproporcionado ataque a tiros de la Policía de Wisconsin contra un ciudadano afroamericano. Los baloncestistas de Estados Unidos conforman la avanzadilla del deporte contra el racismo en ese país. La aristocracia de esa competición, la clase alta que reúne a las superestrellas, es además muy crítica con la gestión de Trump, hasta el punto de que el actual presidente ha tachado de "organización política" a la NBA, acusándola de ejercer de brazo armado de los demócratas para expulsar a los republicanos de la Casa Blanca.

¿Se imaginan a los futbolistas europeos planteando una huelga que no esté motivada por sus propios intereses gremiales, por el recorte de sus vacaciones o la cuantía de sus salarios? ¿Cuántos de ellos han cogido el camino de la ducha cada vez que un compañero de raza negra ha recibido un insulto racista desde la grada o procedente de un contrario? Yendo incluso un paso más lejos: ¿estarían dispuestos a desatarse las botas y abandonar el pasto en protesta por la pésima gestión desplegada por los gobiernos de sus países en la lucha contra la pandemia?

Hace unos cuantos años, este periódico coló al filósofo Gustavo Bueno, genio y figura, en el palco del Tartiere a comentar un Oviedo-Sporting de Primera División. El día después, las páginas deportivas del derbi daban cuenta de una genial apreciación del sabio: "El fútbol se mueve horizontalmente, según la ley de la inercia, y el baloncesto, verticalmente, según la ley de la gravedad. El fútbol es terrestre, y el baloncesto, celeste". Y no le faltaba razón categorial al pensador, al que nada de la realidad social le resultaba ajeno: ya había escrito antes que el único mérito del fútbol es que domestica continuamente al chimpancé que llevamos dentro. O sea, que pan y circo.

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