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El adiós de Feijóo

El reforzado Feijóo dio el domingo su primer paso para dejar de ser presidente de todos los gallegos. El aldabonazo que mana de las elecciones gallegas le libera de las ataduras que le tenían sujeto a Galicia desde que en Madrid alimentaron su desembarco en la capital para enderezar la deriva del buque nodriza. El "virrey" de Os Peares, entonces, había adquirido un compromiso claro con sus paisanos -los de su partido, claro- para no estropear aquí lo que debía arreglar en otro lado. Desistió por eso y por la "nortada" que hacía zozobrar y ponía en peligro el rumbo de la nave central. El desaguisado amenazaba con devorarle a él también y encontró en su lealtad a la militancia de aquí el asidero al que agarrarse para dar sentido a su decisión desde el sosiego y meticuloso control del que hace gala en cada paso que da. No es Fraga, pero en algunos aspectos se le parece. Ahora Feijóo ya es libre y ha ganado tiempo.

Las urnas le han otorgado confianza infinita y calma necesarias para, primero, desligarse de su "Galicia, Galicia, Galicia" sin sofoco ni coacciones íntimas; segundo, para dar tiempo a la reorganización de los suyos (de aquí) -tienen una ardua tarea por delante por encargo directo de Ana Pontón-; y tercero, para calibrar en el espacio allende O Padornelo la conveniencia de dar esa zancada a la que se le empuja en cada una de las citas a las que concurre el PP, en las que, como en el fútbol, siempre juegan los dos y pierde Casado. Porque el líder de los populares volvió a perder este domingo. La victoria política de Feijóo es la derrota en la dirección de Génova porque la fuga del voto del centroderecha en Galicia no existe, porque la cohesión de partido se hace desde un liderazgo indiscutible de puertas adentro y porque desde la moderación gallega se consiguen mayorías absolutas.

Casado volvió a perder porque sigue estropeando el vino, y los experimentos con gaseosa, los justos. Volvió a perder porque quedó en evidencia trasladando al País Vasco la "alianza madrileña", implicándose hasta la médula en su campaña -al contrario que aquí, donde le acotaron milimétricamente el paso sin medias tintas, y sin siglas-. El enésimo bandazo del líder popular convierte en testimonial la ya exigua presencia de su partido en el Parlamento de Vitoria y, además, facilita la insospechada entrada de Abascal en el hemiciclo vasco. Vamos, lo mismo que sucede en Galicia. Por pasos como este es por lo que el Partido Popular está al pie de los caballos y, al de Feijóo, Pablo Casado, perdido en una jungla donde todos quieren ser Tarzán en un mar de lianas que llevan a ninguna parte. Hasta ahora, ese ha sido el proyecto de Madrid: enseñar pecho. El triunfo político de Feijóo en Galicia le ha hecho lo del "comandante", que mandó "a parar". Este es el primer paso en el adiós del presidente gallego. Leal a sus propias palabras comienza ahora la que será su última legislatura. Aquí, claro. Y que la complete, ya se verá.

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