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El coronavirus no se toma vacaciones

Pese a que la pandemia se acelera y podría matar a más de 3 millones de personas en menos de un año, vivimos en una falsa sensación de paréntesis veraniego que ya tiene consecuencias

En una campaña publicitaria, el campeón de patinaje Javier Fernández se desliza sobre la pista del Palacio de Hielo de Madrid, tristemente célebre por haber servido como morgue improvisada durante las semanas más duras de la pandemia. Paradójicamente, esta imagen no ha sido utilizada para concienciarnos sobre las secuelas de una nueva enfermedad que ha provocado, según los cálculos más fiables, más de 40.000 muertos en España en apenas tres meses, sino que ha sido usada por la DGT para sensibilizarnos por enésima vez sobre los accidentes de tráfico, que en todo el año pasado causaron treinta veces menos fallecidos. El mismo Gobierno que rechazó las fotografías de ataúdes almacenados en el Palacio de Hielo y otras instalaciones lanzó el eslogan "salimos más fuertes". ¿De qué hemos salido? De nuestras casas sí, pero no de la pandemia. Es más, la ciencia muestra que esto es solo el principio.

Científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), una de las instituciones científicas más prestigiosas y punteras del mundo, ha calculado que, si no lo remedia un gran descubrimiento médico, en la primavera del próximo año habrá en todo el mundo entre 200 y 600 millones de infectados y entre 1,4 y 3,7 millones de muertos. Aun así, el 90 por ciento de la población mundial seguirá siendo vulnerable a la infección. Los datos, citados por la revista "The Economist" hablan de lo rápido que avanza la pandemia en todo el mundo, La publicación señala que el 1 de febrero, después de emitir la alerta mundial, la OMS contabilizaba 2.115 nuevos casos. El sábado, el recuento ascendía a 228.000 en 24 horas. Se suman tantos infectados en media hora como los de todo el 1 de febrero.

A las situaciones descontroladas de Estados Unidos y Brasil se han sumado las de México, Perú e India (300.000 casos y 23.000 muertos), que con sus 1.353 millones de habitantes, sus ciudades densamente pobladas y su precario sistema de salud es una auténtica bomba de relojería. Las estimaciones más conservadoras hablan de 115.000 muertos para noviembre en este país, que está muy cerca de superar a China como el más poblado del planeta.

Puede que a muchos esto le suene muy lejano. De la misma forma que la primera potencia mundial, Estados Unidos, vivió ajena a lo que ocurría en marzo en Italia y en España, ahora en España parece que lo que pasa en el resto del mundo no va con nosotros. Vivimos en una falsa "sensación de paréntesis veraniego", como denunció ayer el científico Àlex Arenas, catedrático del Departamento de Ingeniería Informática y Matemáticas de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. "Hemos recibido la comunicación absurda de que esto se ha acabado, que las mascarillas no son tan necesarias, que en verano esto iba a parar", dijo ayer en Cope el científico, que advirtió que la movilidad estival (vacacional), es casi impredecible, y que los brotes que surjan en las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona (como los surgidos estos días en Hospitalet) son muy difíciles de controlar, dada la alta densidad y movilidad de estas poblaciones.

Quien ha venido advirtiendo de todo esto es el investigador del CSIC y colaborador del suplemento Estela de FARO Antonio Figueras, quien alertó ya a finales de febrero de que el virus estaba en Galicia. En mayo, antes de la desescalada, avisaba de múltiples rebrotes en cuanto se permitiese la movilidad entre comunidades autónomas. A día de hoy este doctor en Biología y experto en virus sostiene que, aunque la carga viral es baja y la temperatura alta, existe "transmisión incontrolada". Arremete contra los científicos "buenistas", que en vez de alertar desinforman, y es crítico con los protocolos de identificación, de contactos y diagnóstico.

No es el único. El prestigioso virólogo Raúl Ortiz de Lejarazu ha dicho que la inspección visual en los aeropuertos es absurda y que 3 de cada 10 infectados, como mínimo, pasan el control aeroportuario. Algunos expertos sugieren copiar el ejemplo de China y realizar pruebas por lotes: en vez de analizar una sola muestra por PCR se analizarían las de diez o más pasajeros a la vez, y si diese positiva la muestra conjunta se avisaría a cada uno de los viajeros para testarlos.

Àlex Arenas considera que el rastreo es insuficiente y que hacen falta más rastreadores y tecnología contact tracing en los móviles. "Estamos rastreando 3,5 contactos por cada paciente, perdemos 3 cuartas partes de los contactos", lamenta. Cuando se rompe la trazabilidad de la cadena de contactos hay transmisión comunitaria. Es entonces cuando hay que pasar al testeo masivo con PCR. Si no, el confinamiento domiciliario, se acaba imponiendo, como acaba de ocurrir en Lleida. Es la llamada "estrategia del martillo", como la calificó el experto Tomás Pueyo en su serie de artículos en FARO: si no sabemos "danzar" con el virus volverán los confinamientos masivos, con las consecuencias catastróficas para la economía -y también para otros problemas de salud- que ya conocemos.

Al cansancio lógico por los meses de confinamiento se añade el falso mensaje de que la vacuna contra el Covid-19 es casi inminente. El prestigioso científico y exministro Benat Soria advirtió en una entrevista publicada ayer en FARO que deberemos convivir con el virus varios años, porque las vacunas "tardarán años" en llegar. Antonio Figueras cree también que prometer una vacuna, incluso hecha en España, como ha hecho el ministro de Sanidad, Salvador Illa, supone trasladar falsas esperanzas. "No va a haber vacuna hasta dentro de varios años, a ver si nos entra en la cabeza", dijo en LaSexta el pasado 22 de junio, antes de declararse el brote de A Mariña. "Necesitamos medidas urgentes de precisión. Solo tenemos 2.000 rastreadores. Necesitamos 20.000 -señalaba ayer Figueras en Twitter-. Usen a los funcionarios que se presenten voluntarios. Hagan PCRs,. no una por paciente".

No vivimos en la era "postcovid", estamos en la del Covid. No se trata de aterrorizar, sino de informar y concienciar a personas adultas.

Como Javier Fernández, patinamos sobre la pista de hielo que semanas atrás ocuparon decenas de ataúdes, sin saber que la capa helada es muy fina y que en cualquier momento se puede romper.

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