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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La agonía

Como era de esperar -porque los milagros no se prodigan últimamente-, el comercio gallego se ha declarado en estado de agonía. Y no es un término metafórico: si la situación económica no cambia en un plazo breve y las expectativas se confirman en negativo, el sector tendrá un nuevo competidor. Y será más duro aún que las grandes superficies y/o las distribuidoras multinacionales porque tras soportar el primer golpe del Covid-19 llegarán sus secuelas y, siempre, el miedo al rebrote. Y el primer balance de las rebajas es significativo: 20% de descenso en ventas.

Lo peor de la cuestión no es lo que se deja escrito, que ya es bastante malo per se, sino la cuestión de cómo evitar que la agonía del enfermo desemboque de forma definitiva en la defunción. Y no hay otro modo que el que Lord Churchill recomendaba para ganar las guerras -y la del virus lo es-, resumida en lo de "dinero, dinero y dinero". Claro que como el clamor es universal, por más que hubiere recursos siempre parecerían pocos. Y entre los que de momento se habilitan desde el Gobierno central, el comercio no ocupa prioridad. Y por parte de la Xunta así, así.

En realidad, desde el punto de vista de quien escribe y por duro que resulte leerlo, esta crisis -además de letal para una parte de la sociedad- se veía venir en un sector de los que más contribuyen a la economía de este antiguo Reino. No por motivos sanitarios, que la aceleraron, pero sí por los puramente mercantiles. Algunos de ellos, por cierto, son objetivos: no es posible afrontar los grandes retos, sobre todo cuando no proceden de molinos de viento sino gigantes de verdad, con una lanza en astillero, adarga antigua y rocín flaco. Ni galgo corredor: hoy, Quijote ya no cabalga.

Siempre desde un punto de vista particular, el comercio gallego -y ya se ha escrito en alguna ocasión- necesita adaptarse a la realidad, sobre todo si se tiene en cuenta que no es nueva. Sí acelerada por la pandemia, que ha acortado plazos para las reformas pero cuya urgencia era obvia. Y esa adaptación precisa ayudas -que no subvenciones: son conceptos distintos- de muy diversos tipos, desde normativos hasta -por decirlo de algún modo- de reordenación territorial. Y por eso es conditio sine qua non un acuerdo previo entre los profesionales para sobrevivir.

Conste que, a pesar de lo que aseguran algunos "expertos", la compatibilidad del comercio pyme y las grandes superficies y distribuidoras gigantes, es posible. Siempre y cuando se cumplan, además de las condiciones citadas, otras relativas a horarios, rebajas, plantillas y una cautela adecuada para que se respete el principio de la competencia ordenada. Y con todos, el de la especialización, ahora que el tamaño todavía la permite: requiere esfuerzos y sacrificios, pero a la vez y dentro de las dificultades que nadie niega, permitiría localizar y potenciar segmentos en los que es posible la creación de puestos de trabajo. Y el mantenimiento de una parte de los que existen, si se adaptan.

¿O no??

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