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Juan Tapia.

Nuestro mundo es el mundo

Juan Tapia

E Pedro Sánchez y la derecha económica

En abril y mayo presenciamos la gran apuesta de Pablo Casado y de Cayetana Álvarez de Toledo (¿con Aznar en el puesto de mando?) para derribar al Gobierno "socialcomunista" aprovechando que no tiene mayoría parlamentaria, acusándole de todos los males de la pandemia -como si España lo hubiera hecho peor que sus vecinos europeos-, criminalizándolo por el pacto con Podemos y la abstención de ERC en la investidura (pecados imperdonables!) y rogando porque la coalición, o sus apoyos parlamentarias, acabarían sucumbiendo a sus contradicciones. Y no hubo reparos en confluir con Vox. Aznar ya dijo aquello de que Santiago Abascal era "un buen chico lleno de buenas intenciones".

La Operación Derribo ha fracasado. Porque el PSOE y Podemos pese a sus diferencias no tenían otra opción que seguir juntos. Porque el PNV cree desde hace años que ayudando a la gobernabilidad de España consolida el autogobierno vasco, porque ERC pese a la presión de Puigdemont no se ha sumado al derribo, y en último término porque, cuando ERC ha votado en contra, Cs ha vuelto a su vocación original de bisagra. Ya Arrimadas dijo que Cs era el partido que más había pagado sus errores (los de Rivera).

Sánchez ha sido mejor estratega. Pero su victoria (aún provisional) se debe también a que la derecha económica (la CEOE y el empresariado) tienen un objetivo muy diferente a la derecha política. El PP quiere echar a Sánchez y volver a La Moncloa. La derecha económica busca garantizar la viabilidad de las empresas e influir sobre el Gobierno -sea el que sea- para proteger sus necesidades. Y visto que con este parlamento -y que con la actitud de los dos grandes partidos- no hay otro presidente posible que Sánchez, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (pero no solo Garamendi) ha concluido que debía negociar y pactar con el Gobierno para evitar el hundimiento económico. De ahí los sucesivos acuerdos de los ERTE, de gran coste económico para las arcas públicas, pero que evitan la quiebra de muchas empresas, el brusco aumento del paro y una caída todavía mayor del consumo de las familias.

Y en paralelo el Gobierno ha llegado -tras algunos raptos de prepotencia- a la sabia conclusión de que no tiene mayoría y que pretender encauzar la que puede ser la crisis económica más disruptiva dando la espalda a los gritos de socorro de las empresas sería un suicidio. Y Podemos lo ha aceptado cuando ha visto que el déficit público alcanzaría el 10% del PIB (2,8% el 2019) y la deuda pública llegaría al 120% del PIB. Ante estos números la subida agresiva de impuestos daría poco zumo e incluso podría ser negativa. España, Italia e incluso Francia, países donde el FMI dice que la caída del PIB puede superar este año el 12%, necesitan los fondos europeos: el MEDE, el plan de recuperación impulsado por Merkel y Macron, y las compras de deuda del BCE, que ya salvaron la situación el 2012.

En suma, el ejecutivo de izquierdas y la derecha económica han comprendido que, aunque no se amen, se necesitan. Sánchez lo ha reconocido al afirmar que prioriza sobre todo -por ejemplo sobre la reforma laboral- la concertación con la CEOE y los sindicatos. Y Garamendi lo expresó el jueves en la clausura de las muy importantes jornadas de la CEOE diciendo que "las crisis no se financian con impuestos sino con deuda", pensando en el BCE, Merkel y Nadia Calviño.

Y el matrimonio de conveniencias entre la izquierda política y la derecha económica se acaba de visualizar en la nueva prórroga de los ERTE y en las jornadas de la CEOE, donde Garamendi ha sido explícitamente apoyado por mas de 100 grandes empresarios. Ahí está el discurso final de Pablo Isla, presidente de Inditex, llamando al consenso, el diálogo social, la seguridad jurídica, la colaboración público-privada y a más Europa (otra vez Nadia Calviño).

Pedro Sánchez ha sobrevivido por su resiliencia, su cintura política y el puente con la derecha económica. Pero para respirar precisa los presupuestos del 2021. No serán asignatura fácil. Deberá arbitrar muchas contradicciones. Pero está en La Moncloa y hoy por hoy no hay alternativa.

Pablo Casado está aprehendiendo que la Operación Derribo ha fracasado. Por eso impulsa a Ana Pastor, la conservadora sensata, frente a la aznarista Cayetana. Por eso vota el decreto de la nueva normalidad y se abre a acuerdos en la comisión parlamentaria sobre la recuperación. Debe reinventarse mientras espera el veredicto de las urnas vascas (¿error Itúrgaiz?) y gallegas. ¿Cómo afectaría al PP una cuarta mayoría absoluta de Núñez Feijóo?

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