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La ingenua revisión de las estatuas

Varios monumentos de Cristóbal Colón y de otros personajes fueron derribados recientemente en suelo americano, cuyos iconos son considerados como el origen del racismo sobreviviente en la región. Otros derribos sucedieron en diversas metrópolis que traficaron con esclavos hace siglos, cuyo viejo colonialismo todavía mantiene latente serios problemas racistas. Pretender un nuevo orden histórico con criterios del siglo XXI sobre aquellas circunstancias centenarias, retirando las estatuas del conquistador, es un anacronismo y una reyerta absurda.

Tras los tiempos de conquista y esclavismo, aquel monumento representaba la cultura del poder sobre "la barbarie" de un pueblo indígena. La escultura del héroe conquistador arrojaba luz sobre la escenificación del poder y de su legitimación, significaba la heroicidad de aquella conquista y perduraba la propiedad del nuevo patrimonio territorial; aunque la eficacia de cualquier símbolo de dominación siempre cae en la obsolescencia con el paso del tiempo. Por el contrario, el derribo de viejos símbolos urbanos se produce cuando dichos iconos vuelven a ser instrumentalizados con las viejas ideas que los construyeron. Léase colonialismo, racismo o fascismo. Cuando el poder viola los derechos populares ya sabemos lo que puede pasar. Otra cosa es que se aplique la vieja estrategia española de cambiar el nombre del símbolo monumental con la intención de neutralizar la lectura de su significado, desviando la memoria del mismo. En España tenemos varios ejemplos de monumentos de la Dictadura a los que se disimuló su significado por la simple identidad turística, aunque las viejas ideas que los levantaron hayan reverdecido peligrosamente. La ciudad de Vigo tiene algún ejemplo que no se escapa a este significado político y religioso.

Desde que el genial arquitecto Dédalo de Sición (s.IV) creó la estatuaria libre de la rigidez primitiva, cualquier monumento representa un medio privilegiado para transmitir la ideología dominante. La escultura adquirió una fuerza fundamental frente a otras artes, en la representación más corpórea de un caudillo o cualquier idea memorable. Posiblemente, a día de hoy, el monumento carece del papel hegemónico de siglos atrás, quizás por la revisión histórica de su controvertido valor simbólico. Desde la Guerra Fría la instrumentalización del arte se volvió muy polémica y el monumento conmemorativo dejó de ser la representación dominante, convirtiéndose este tema en un reto artístico.

El monumento como valor histórico y cultural nunca debe ser una carga política de discordia. El símbolo monumental debemos preservarlo como parte de nuestro legado cultural, de nuestra memoria aunque sea polémica, pero nunca como elemento generador de enfrentamiento social. Por lo tanto ¿qué estímulo mantendrá en pie los monumentos del pasado en esta vieja Europa?

*Miembro del Instituto de Estudios Vigueses

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