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Parapetados en el 8M

Hoy se cumplen tres meses de las manifestaciones del 8M, y Pedro Sánchez sigue parapetado en la misma idea: la derecha vincula el feminismo con el Covid-19. El mantra no se ajusta a la verdad. La manifestaciones -a las que también acudieron políticas de Cs y PP- contribuyeron a los contagios, especialmente la de Madrid (120.000 personas). De eso no hay duda. Pero lo que se critica no son las marchas en sí, sino el hecho de que, por no suspenderlas, el Gobierno, que las había jaleado, no ordenó ninguna medida de aislamiento ni se canceló ningún acto ese fin de semana: ni el congreso de Vox, ni el fútbol, ni el teatro, ni las misas.

Era algo sabido que las aglomeraciones, también al aire libre, multiplican los contagios de los virus de transmisión respiratoria. Un estudio del científico estadounidense Richard Hatchett, asesor de Bush y Obama, demostró en 2007 cómo la decisión de Filadelfia de no suspender una gran manifestación y no tomar otras medidas de aislamiento duplicó la mortalidad de la gripe de 1918 respecto a la registrada en San Luis, ciudad que sí tomó medidas.

El argumento de Sánchez de que las manifestaciones del 8M "se celebraron en los cinco continentes" no solo resulta ridículo, es un completo insulto a la inteligencia. No se puede comparar la situación epidemiológica de la Comunidad de Madrid -200 casos conocidos y 8 muertos el 7 de marzo- con la de ciudades a las que el virus apenas había llegado. Portugal decretó el estado de alerta el 13 de marzo, con 112 casos y ningún fallecido.

A principios de marzo no solo eran claros los avisos de los científicos -como el de la agencia de la UE para el control y la prevención de enfermedades-, sino que la preocupación en España era ya vox populi, como reconoció el 9M en el vídeo de la televisión vasca Irene Montero, enfrascada esos días en una disputa con ministros del PSOE para aprobar el anteproyecto de ley de libertad sexual. Era "la ley del movimiento feminista, la del sí es sí", como dijo la propia ministra de Igualdad el 4 de marzo.

Nada podía estropear una agenda política que culminaría con la foto de las multitudes del 8M encabezadas por el Gobierno prácticamente al completo tras las pancartas. Qué casualidad que, justo al día siguiente, el 9 de marzo, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, diese vía libre a las comunidades para suspender manifestaciones y Madrid suspendiese las clases.

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