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Colón

La tenacidad viene a ser una de las cualidades que a menudo adornan a quienes alcanzan una cierta relevancia, en cualquier orden de la vida. Aquellos que, a la luz inspiradora de una idea, una razón, o incluso una simple y vaga corazonada, consagran su existencia a intentar darle forma y materializarla a los ojos del mundo. A convencernos de que estaban en lo cierto; que lo suyo no era un capricho, una ensoñación y mucho menos un desvarío, sino el fruto de un encantamiento recibido en el Olimpo para hacerse ver, diferenciado, a los ojos de sus contemporáneos. A un lado han de quedar, por tanto, aquellos otros, menos forzados y virtuosos, a quienes la fortuna del proyecto o el abalorio del éxito les alcanza por esos atajos que la vida siempre reserva a una privilegiada minoría. Cristóbal Colón, nuestro personaje, jugó sin duda en el marcado campo de los primeros.

Vengo a él, de la mano de un escrito que me envía uno de esos amigos de saber enciclopédico que siempre nos colman con la penúltima de las primicias. Ese beatífico empujón que ensancha las fronteras de nuestro limitado conocimiento, y que tanto agradecemos.

Testigo de mi querencia por la tierra, me retrotrae Máximo a los tiempos de Diego de Avellaneda, arandino como él, y que siendo Virrey de Navarra es nombrado, nada menos que Obispo de Tui en el año 1525. No he de referirme, sin embargo, a la labor pastoral o religiosa del purpurado, no es éste mi propósito, sino el pronunciamiento que hace en uno de sus más afamados discursos. En él, después de ensalzar a Galicia como el primer reino de España, unido por entonces a Castilla, la proclama? ¡cuna de Cristóbal Colón! ¡Año 1525! Tan sólo habían transcurrido treinta y tres años desde el Descubrimiento.

La cercanía era notoria, como también el palpitante y estremecedor eco de una empresa que sobrepasaba todo cuanto los tiempos habían vivido hasta entonces. ¡Y tan inmensa gesta, labrada por un paisano nuestro! ¿Cabe mayor sorpresa?

En ese mismo instante, sentí la necesidad de volver sobre un libro que guardo como oro en paño, por el esfuerzo de erudición que encierra, y sobre todo por la enorme personalidad de quien tuvo a bien dedicármelo aquél "día de San Florencio de la era del Señor, MCMXCV": José Ramón Fontán González, alcalde que fue de Vigo en los años 60, un prodigio de honestidad y lealtad para cuantos tuvimos la fortuna de conocerle.

Convencido hasta la pasión de la filiación galaica del marino, dedicó una parte importante de su vida a escudriñar los más diversos entresijos por los que acechar cualquier pista que diera razón de su origen. Y en estos tiempos, en los que hasta algunos doctorandos plagian sus tesis, advertimos como José Ramón Fontán nunca acude a una cita sin la compañía de su autor. Homenaje al esfuerzo y respeto a su memoria.

En él era comprensible esta atracción por la figura del marino. Colón articuló su vida sobre dos principios básicos, tan consistentes y firmes como la quilla de las carabelas que navegaba: "la invención y conversión de las islas de la India y de todas las gentes y naciones, a nuestros reyes hispanos", como señalaba en el Libro de las Profecías, el único escrito por él; y el constante y denodado propósito de ocultar su vida personal tras un halo de misterio. Desde la sugerente simbología de su firma (S.S.A.S. XMY Xto FERENS), hasta su origen dinástico o el lugar de nacimiento. Dejó por tanto este campo abonado a estudios, análisis, hipótesis y suposiciones. Hay incluso quien mantiene que era hijo ilegítimo del Papa Inocencio VIII, el mismo que dio el nombre de "Católicos" a Isabel y Fernando; de ahí deduce su fácil acceso a la Corte. No deja de ser curioso en todo caso que en la tumba papal rece la inscripción "suya es la gloria del descubrimiento del Nuevo Mundo", cuando curiosamente había fallecido antes de que tal evento hubiese tenido lugar.

Para José Ramón Fontán, la galleguidad de Colón asoma ya en su vocabulario: da nombre de El Salvador a la primera isla descubierta, tal como se denominaba a Cristo en Galicia; el uso de palabros como carantona, amañar, Anes referido a Vicente Yáñez, o expresiones como a una mano o corredios: También la presencia constante de una cruz en cada nueva tierra descubierta, a modo de esos cruceiros que santifican nuestros caminos y protegen sus pasos. Su dinastía la arraiga en Pontevedra, a donde mantiene que habría llegado su abuelo Domingo Cazanouve-Coullón, también llamado el Viejo, desde la Gascuña, al SO de Francia, como escudero por entonces del Duque de Lancaster. A orillas del Lérez asentaría su familia y ahí habría venido al mundo Colón.

Recuerda también el ilustre autor un dato extremadamente importante: cuando en 1492 firma con los Reyes Católicos las Capitulaciones de Santa Fe de Granada, en las que se establecían los privilegios que le serían dispensados, de lograr el descubrimiento de nuevas tierras, en ningún lugar se hace constar su condición de extranjero. Circunstancia ésta no banal, si advertimos que la reivindicación del eventual éxito podría corresponder al país de origen y no al que estaban gestando Isabel y Fernando, y que además sufragaba los gastos. Esta situación sin embargo cambia radicalmente con motivo de los muchos pleitos que ya los sucesores del ilustre marino mantienen con la Corona para percibir lo prometido, una vez fallecida Isabel de Castilla, su gran valedora. Como muchos de nuestros políticos, Fernando II de Aragón también parece renuente a cumplir lo prometido.

Pues bien, en todos esos litigios se consolida una tendencia a mantener que Colón no era ya español, sino genovés. El motivo, seguimos acompañando al autor, lo asienta exclusivamente en la voluntad de hacer cumplir lo pactado: las prerrogativas reconocidas a un súbdito podían ser revocadas por el Monarca, lo firmado con un extranjero era un contrato inviolable, y en consecuencia debía ser cumplido en sus propios términos. Es éste el único motivo de aducir sus deudos un origen genovés.

En cualquier caso, no tengo mayor propósito que honrar el esfuerzo de tantas gentes que, como José Ramón Fontán, asaltaron con arrojo y decisión el proceloso mar de las dudas y supieron encontrar un faro desde el que iluminar una particular perspectiva en la vida y milagros de un hombre excepcional, Cristóbal Colón.

También, con respetar su memoria me conformo.

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