La Autobiografía de Malcolm X, publicada por Capitán Swing en España, comienza con la infancia del autor en Nebraska, donde su familia padeció las constantes amenazas de los supremacistas blancos (quienes, según él, mataron a su padre cuando tenía tan solo seis años), y termina con una serie de reflexiones sobre su vida y su legado. En los capítulos intermedios hay hambre, opresión, discriminación, dolor, resentimiento y enfado; también orgullo, supervivencia, conversión religiosa y liderazgo. En el libro se expone una visión pesimista (o realista, según se mire) sobre las relaciones interraciales en Estados Unidos. El lector no tiene por qué compartir todas las opiniones del autor para comprender por qué éste piensa lo que piensa. James Baldwin dijo una vez que solamente la cobardía o la ceguera voluntaria podían justificar la incomprensión de sus compatriotas blancos ante el sufrimiento de los afroamericanos. Martin Luther King, líder de la resistencia no violenta, fue asesinado en 1968. Entonces se produjeron los disturbios.

Malcolm X se mostraba crítico con la izquierda y con la derecha, pues, a su juicio, ambas eran responsables del racismo institucional: "El conservadurismo en la política norteamericana significa: 'Que los negros se queden donde están'. Y el liberalismo: 'Que los negros se queden donde están, pero engañémoslos un poco más con nuevas promesas'". Y desconfiaba tanto del demócrata Lyndon Johnson como del republicano Barry Goldwater (que se opuso a la Ley de Derechos Civiles), aunque a este último le concedía, al menos, la virtud de la transparencia: "Respetaba a Goldwater como hombre porque exponía sus verdaderas convicciones, cosa rara en la política actual. Él no se dedicaba a susurrar a los racistas y sonreír a los segregacionistas. Les dijo claramente a los negros que no estaba a favor de ellos y debemos considerar lo siguiente: que los negros siempre han avanzado más cuando han comprendido que tenían que alzarse contra un sistema que se oponía claramente a ellos".

Justo cuando hablábamos de regresar a la normalidad nos dimos cuenta de que la normalidad era esto. Un linchamiento en directo. La muerte de George Floyd como consecuencia de otro caso más de brutalidad policial. Y se repiten los disturbios. De finales de la década de los sesenta pasamos a 2020, bien entrado el siglo XXI. Donald Trump escribió un tuit que contenía una frase ("cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos") pronunciada por el Jeje de Policía de Miami en 1967. Quizás esta es también la "grandeza" a la cual, como prometía el presidente en la campaña, todos regresaríamos. Resulta preocupante comprobar cómo los textos de Malcolm X y James Baldwin, escritos en la era del segregacionismo, conservan su vigencia. Sobre todo en lo que se refiere a la incomprensión. Cornel West, profesor de la Universidad de Princeton, dijo que le preocuparía mucho si, después de lo ocurrido, la gente no saliera a la calle, ya que eso denotaría indiferencia hacia la injusticia. Cada vez hay más hartazgo, más rabia y más desesperación. Fue el propio Trump quien, intentado captar el voto de la comunidad afroamericana, lo preguntó en un mitin. "¿Qué tenéis que perder?" Puede que, desgraciadamente, esa respuesta se encuentre entre las llamas de Minneapolis.