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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El riesgo de subastar

En un país con un balance tan tremendo por Covid-19 resulta obscena la satisfacción de algunas gentes, tanto del oficio político como de otros con menos glamour, al proclamar la hipótesis de un final próximo del estado de alarma. Entre ellos aparecen varios que apenas anteayer defendían su prórroga y otros que, ahora, piden más celeridad aún en la "vuelta a la libertad" cuando ayer reclamaban prudencia. Y a pesar de que cada cual tiene derecho a decir lo que quiera, todos, quizás, deberían pararse a pensar, que es un antiguo y muy útil consejo.

A partir de la idea de que a nadie le amarga un dulce -y resulta evidente que el mejor sería el fin de la pandemia- hay en el ambiente una cierta sensación de que los errores acumulados en la gestión de la crisis sanitaria -y algunos en la política- inspiran la prisa desde una aparente euforia que no está bien motivada. Y que esa prisa conlleva decisiones que pueden convertir la próxima fase de la desescalada en una especie de subasta intercomunitaria que, de ocurrir, solo contribuiría a una mayor debilidad estructural de la que ya se detecta en España. Y que es peligrosa.

(No es un -mal- pensamiento infundado, este de la subasta. Sin la menor intención de echar leña en la hoguera de la desconfianza, procede recordar que ya se ha visto un cierto "pago" por los apoyos político-parlamentarios, y que lo obtenido, aun distinto, dejó satisfechos -y dispuestos a repetir la maniobra- a partidos y comunidades. No parece preciso citarlas: están en la memoria de todos, tanto por sus actitudes, como por sus recompensas, al igual que se recuerda como ejemplo de maltrato, desigualdad con las demás e injusticia incluso por sus cifras sanitarias).

Queda expuesta la opinión -personal- de que existe la sensación de que las prisas aprietan y que eso implica sospechas políticas. Pero aunque así no fuera, y ojalá que no, hay algo que todos admiten y que tiende a olvidarse: que la pandemia no solo no ha cesado, sino que amenaza con crecer en otoño: este otoño. Y, por tanto, convendría templar los ánimos y no pisar el acelerador, porque la velocidad excesiva mata, y en este asunto puede resultar aún peor que en el de la carretera. Una vez más debe recordarse que la prudencia es madre de la supervivencia.

No se trata de criticar ni de insistir en la tesis de justificar lo que está mal argumentando solo que "lo otro, peor". Ni de contraponer la defensa de la salud pública con la necesidad de poner en marcha la economía. No es posible tener una sin la otra, pero también es preciso que si se cambian las prioridades, hay que explicarlo muy bien y además exigir lealtad. El señor Feijóo insistió el domingo en que Galicia ha cumplido -pese a todo- con ese mandato ético desde que rigen la alarma y el mando único: la Xunta no parece, con esa actitud, reclamar premio alguno. Solo que la lealtad sea mutua: es lo menos que se puede pedir.

¿No...?

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