Toca reinventar la Galicia del futuro. La desescalada dará paso a una realidad radicalmente distinta a la que hasta ahora vivíamos. Si ya asistíamos a un maremágnum de cambios en el mundo, como los impuestos por el desafío climático y tecnológico, lo que está ocurriendo con la pandemia y sus múltiples consecuencias viene a acelerar aún más la necesidad de transformación de nuestro territorio y nuestras empresas. Regenerar el tejido productivo es clave para el futuro inmediato.

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Cuando empezaba a nacer algo alternativo, la Gran Recesión lo barrió. Y a los primeros síntomas de mejoría tras ese golpe, llega el confinamiento extremo para dejar tambaleando otra vez cientos de empresas y negocios. Galicia reúne activos para revertir la situación, pero hay que ser valientes y querer hacerlo.

Puede aseverarse sin necesidad de recurrir a las encuestas que lo que más aprecia hoy cualquier ciudadano es volver a respirar en libertad aire puro, reencontrarse en calma con los bosques y las montañas, los ríos y los mares, disfrutar sin masificaciones de paseos y paisajes singulares, sentirse sanitariamente seguro, comprar alimentos ecológicos y naturales, degustar tranquilamente platos de excelencia o residir en ciudades y pueblos de tamaño manejable, con altas prestaciones y elevada calidad de vida. Todas esas posibilidades sin excepción, en la escala de atractivos que ha hecho aflorar el coronavirus. Con estos mimbres no hay que temer el futuro aunque ahora negros presagios lo amenacen. Pero sin emprender las adecuadas estrategias de cambios que los consoliden y los pongan en valor no surgirán por arte de magia las oportunidades.

Galicia, paraíso natural con el virus a raya. Cabe el eslogan para estos tiempos. Hasta la fecha, las cosas le han salido razonablemente bien a la Xunta en la batalla sanitaria. Una fortaleza a aprovechar. La crisis está resultando un enorme e inédito experimento. Conviene extraer conclusiones adecuadas para asegurar un porvenir fructífero, tal y como ha quedado reflejado en los "Diálogos para la Reconstrucción" e intentar aportar luz con la que afrontar los nuevos desafíos.

La pandemia acelera procesos en marcha como la digitalización o el teletrabajo y pone en evidencia la fatiga de los indicadores económicos y las limitaciones para el dinamismo de una pirámide de población envejecida. Descenderán la natalidad, al menos de forma temporal, por la incertidumbre y los flujos migratorios, por la reducción de la movilidad -y, en el peor de los casos, los brotes xenófobos-. Sin un consistente despegue de la actividad, sin arremangarse para frenar el retroceso, la sostenibilidad del Estado del bienestar y del sistema de pensiones.

Muchos de los problemas no surgen como consecuencia del covid. Ya los arrastrábamos: el declive demográfico, el estancamiento de la productividad, la escasa población activa, la insuficiente financiación, administraciones anquilosadas en su conjunto, el desequilibrio territorial, la parálisis de las áreas metropolitanas. Resultará clave diagnosticar bien esos procesos, cruzarlos con las potencialidades y acertar a la hora de establecer prioridades. No se puede hacer todo y mucho menos a la vez. Una encrucijada tan decisiva impone una actitud selectiva para las apuestas, con el riesgo que ello comporta de exponerse a la crítica y al descontento. Tratar por igual las rémoras heredadas y los proyectos de mérito solo conduce a la mediocridad. Una falsa equidad tan arraigada como destructiva y empequeñecedora.

Caerá el turismo de sol. El viajero huirá de las aglomeraciones. La extensión de visitas fuera del verano, la famosa desestacionalización, surgirá casi como evolución natural por hábitos distintos. La riqueza cultural, junto a la paisajística, el turismo de autor y menos masificado, recobran preponderancia. El replanteo de las cadenas de suministro en busca de garantías y de excelencia tendrá efectos positivos en la huerta de proximidad. Las compañías agroalimentarias atraviesan una época dorada. La calidad constituye un requisito indispensable en cualquiera de estas bazas. Una industria habituada a reinventarse que culmine el salto verde sin agobios -y con energía a precios competitivos- supone una garantía de empleo estable frente a zonas dependientes en exceso del sector servicios donde se prevén tasas de paro del 60%. Las ingenierías, el motor y el naval, pese a sus circunstancias, navegan sin complejos por el mundo. Queda por abonar el terreno en otra área de largo desarrollo, la biosanitaria.

Para iniciar una fase de expansión y doblegar las vulnerabilidades falta por definir con proyectos innovadores y realistas la Galicia que queremos. Una tierra al servicio del talento, la inversión y la innovación, con un sistema de ciencia, investigación y educación eficiente como pilar fundacional, y abierta a profundizar sin temor en las novedades: la nanotecnología, la inteligencia artificial, la conectividad... No existen soluciones óptimas e inapelables por cada dificultad. Pero siempre para llegar a alguna parte hay que dar más de un paso determinante.