Lo más probable a estas horas es que las opiniones -pública y publicada- que llevan esperando demasiado para percibir signos de vida económica cara al futuro sientan que, por fin, llegó el momento. Y ha sido en Galicia, precisamente en Vigo y en un suroeste emprendedor que nunca se rinde y donde se ubicó uno de los sectores que más trabajo, y más esperanza, aporta al país: el del automóvil. Merced al Grupo PSA-Citroen, que decidió reiniciar gran parte de sus tareas y, con ello, impulsar un número de empresas auxiliares y sus plantillas.

(En este punto, y dado que abundan ahora mismo quienes cogen cualquier cosa con papel de fumar, conviene puntualizar que el introito no responde a un himno patriótico/localista, como de cuando en vez proclaman los que siguen empecinados en dictar los destino de este antiguo Reino. Se trata de insistir en que todo aquello con dimensión suficiente para irradiar progreso, esté en el punto en que esté de la geografía gallega, es bueno para todos y, por tanto, aporta, sobre todo en momento de negras expectativas como ahora, un respiro para la gente corriente).

Algo parecido puede decirse acerca de los datos sobre la circulación de vehículos por la AP-9, la Autopista del Atlántico. Demuestran un incremento notable con relación a semanas anteriores lo que, además de lógico por la desescalada, supone otro signo de que cuando remate la tempestad sanitaria puede recuperarse la vida económica habitual. Todo ello sirve, deberá servir, no solo para crear empleo, sino para que la gente corriente recupere la fe que haya podido perder en el sistema tras dos crisis, distintas pero tremendas, en menos de una década.

Lo expuesto, que es opinión personal, no responde a un entusiasmo casual ni a que esos datos positivos hagan perder el oremus incluso a los escépticos. Son -como se dijo- signos, lo que exige continuidad y atención para lograrla por quienes toman las decisiones. Lo curioso es que estos días se padece un fenómeno pintoresco: hay autonomías que funcionan mejor que el Gobierno central, lo que obliga a exigir más eficacia a este si se quiere prosperar; lo improbable es que se consiga, a la vista del modo de hacer -o deshacer- que tiene el actual.

Ese hecho tiene significado y repercusión especial para dos comunidades llamadas a las urnas en mes y medio, porque produce o puede producir efectos en esas citas. E incluso la sospecha de interferencias: el escándalo desencadenado sobre la reforma laboral -uno más que sumar a la ya larga serie- y el pacto PSOE-Podemos-Bildu puede influir en los comicios vascos, y a saber si habrá alguna otra maniobra en las gallegas, además de abrir una crisis de confianza entre PNV -aunque no el PPdeG, al que ya no le queda- y el equipo de Moncloa. Eso repercutiría en todos los demás: restituir la situación anterior sería caro y, si es que sí, lo pagará toda la población.

¿No...?