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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Una gran orquesta con directores de excepción celebra su 450 aniversario

Pocas orquestas del mundo pueden presumir de una lista tan larga de famosos maestros de la batuta como los que ha tenido a lo largo de sus 450 años de historia la Staatskapelle berlinesa.

Sus orígenes se remontan a 1570 aunque desde entonces ha experimentado varios cambios de nombre y grandes transformaciones que han dejado una huella indeleble en la vida musical de la capital alemana.

La fundaron los Hohenzollern con el nombre de Capilla de la Corte de Brandemburgo; se convirtió en 1701 en la orquesta de la Corte de Prusia y a partir de 1742 estuvo estrechamente asociada a la entonces recién construida ópera de Unter den Linden (Bajo los tilos), nombre del gran bulevar berlinés donde se ubica.

A lo largo de su historia y bajo sus diferentes nombres, la Staatskapelle ha alternado los conciertos sinfónicos y la música de cámara con la ópera y al ballet. Y una de sus principales características es la importancia que siempre ha dado a la grabación para la posteridad de sus interpretaciones.

Con motivo de su 450 aniversario, la Staatskapelle había programado una serie de representaciones operísticas y de conciertos, incluidos los ie dedicados al año de Beethoven, que se ha visto finalmente frustrada, como el resto de la vida cultural, por la irrupción del coronavirus.

En su lugar, su actual dirección ha tenido la feliz idea de regalar a los melómanos de todo el mundo con un álbum que, bajo el sello de la Deutsche Grammophon, recoge algunas de las mejores grabaciones históricas del conjunto berlinés a partir de los años veinte del siglo pasado.

El álbum refleja su doble naturaleza de orquesta sinfónica y operística así como su vastísimo repertorio, que va desde la Primera Escuela de Viena, la de Haydn, Mozart y Beethoven, hasta el modernismo musical de Schönberg o Alban Berg, pasando por los románticos - Schubert, Brahms, Bruckner - y con Richard Wagner y Richard Strauss como grandes referentes.

Algunos maestros estuvieron vinculados durante años a la Staatskapelle - es el caso, por ejemplo, de Richard Strauss, Leo Blech o Erich Kleiber; otros la dirigieron en distintas fases de sus carreras: Wilhelm Furtwängler, Joseph Keilberth, Otto Klemperer o Herbert von Karajan.

Richard Strauss, por ejemplo, fue fiel a esa orquesta durante varias décadas a pesar de sus compromisos en otras ciudades como Viena, Salzburgo, Bayreuth o Dresde. Se estrenó a su frente con 34 años en "Tritán e Isolda" e interpretó con ella muchas de sus propias composiciones como "Till Eulenspiegel", "Salomé" o "La Mujer sin Sombra".

Leo Blech se ufanaba de haber dirigido a la orquesta en 2.500 ocasiones, más del doble que Richard Strauss-, y lo hizo hasta verse obligado a dimitir de su puesto en 1937 por los ataques que venía sufriendo por su condición de judío.

Karajan dirigió en 1938, es decir en plena época nacionalsocialista, "Fidelio", y causó sensación con una nueva producción ese mismo año de "La Flauta Mágica". A partir de 1940 estuvo a su frente en varias ocasiones y, una vez acabada la guerra, volvería a dirigirla en los años cincuenta.

También Furtwängler colaboró con la Staatskapelle en distintas fases de su larga carrera musical aunque en 1934 se vio obligado a abandonar el cargo de director de la Staatsoper a raíz del llamado "caso Hindemith".

Furtwängler defendió a Paul Hindemith de las acusaciones del régimen hitleriano de que solo componía "música degenerada", lo que no le evitaría al primero verse acusado a su vez, acabada la guerra, de colaboracionismo con el Tercer Reich. Algo de lo que tampoco se salvó von Karajan.

Quienes se negaron a contemporizar con los jerarcas nazis fueron, sin embargo, otros dos maestros que habían alcanzado grandes éxitos al frente de la orquesta y eran además decididos defensores de la música de vanguardia: Otto Klemperer y Erich Kleiber.

El primero, de ascendencia judía, abandonó Alemania en 1933, poco después de la llegada al poder de Hitler, y se exilió en EE UU mientras que Kleiber, que no era judío, aunque sí antifascista, renunció a su puesto de director de la Staatsoper y optó por la emigración al Nuevo Mundo, en su caso a Argentina.

Son casi cien años de historia musical los que documenta este álbum, que van desde las grabaciones de los años veinte en disco de laca hasta las más modernas con Daniel Barenboim, su director desde 1991, pasando por las de otros grandes maestros invitados como Sergiu Celibidache, Pierre Boulez o Zubin Mehta. ¡Una auténtica joya!

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