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Solo será un minuto

La sonrisa del naufragio

Antonia: "He conocido a muchos viajeros. Sesenta años dan para muchas navegaciones. Muchos puertos y muchas brújulas estropeadas. Las colecciono. Me llevan a destinos que suelen incorporar al final una letra A así de grande y pasan a ser desatinos. Mi especialidad, y también uno de mis vicios nada ocultos. No diría que presumo de ellos, pero si esperas que me arrepienta de uno solo cometes un error. Y te lo dice alguien que podría construir una escalera hacia el cielo con ellos a modo de peldaño. Adoro los peldaños rotos o torcidos. Más que los que presenten buen estado. En mis viajes hacia horizontes difusos y confusos he tratado con seres que tienen una permanente y rocosa vocación de náufragos. Da igual que se caigan en un vaso de agua, manotean y piden socorro como si estuvieran en mitad del océano con los tiburones enseñando sus dentaduras de sonrisa malvada. O sarcástica: tuve una jefa que sonreía igual y cuando me largué de la empresa no supe si su despedida era una dentellada o que olía sangre y disfrutaba. Luego están los seres salvavidas. Si encuentras uno no lo dejes escapar porque en caso de hundimiento te cederá el único sitio libre en el último bote.

No es algo que se pueda elegir. Viene de fábrica, aunque hay experiencias que pueden influir. Hablo por mí. Desde la Crisis del 98 soy otra persona. Coincidió todo, ya sabes, cornamenta cedida por mi exmarido, adiós inesperado a mi trabajo, la desaparición de seres queridos, la enfermedad esa que te deja en ruinas sin llegar a aplastarte del todo. Un desastre, vaya, pero entonces decidí que no quería formar parte de las filas de náufragos, que el cuerpo me pedía salir en defensa de quien lo necesita sin pensar en las consecuencias, estar en el sitio justo para decir la frase de ánimo oportuna, que escucha los problemas de los otros como si fueran propios. Hay más pasajeros que botes, más náufragos que equipos de rescate. Es más fácil pedir ayuda que darla, hablar que escuchar, reclamar atención que ofrecerla. Odio las cosas fáciles. No espero gratitud a cambio: me conformo con que sonrían al pensar en mí".

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