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Radio Patio

Riesgo y libertad

El estrés de la desescalada sin papeles en regla

El patio de luces ha muerto. Viva la calle. Efímero (o eterno, según se mire) fue el reinado del primero, a quien ya casi todos vuelven a dar la espalda. Ha sido llegar la desescalada y apenas un alma asoma a las ventanas.

Los aplausos se desinflan, ya sin música desde hace unos cuantos días. A esa hora la gente sale en estampida, cosas del desconfinamiento, en el que todo el mundo ha encontrado su lugar: quien no tiene un niño tiene un abuelo dispuesto a sacarte a pasear y, si no, siempre quedarán esas mallas o ese chándal de andar por casa que, combinado con las deportivas aquellas de Zara tan monas que apenas te pusiste, dan el pego de ser un runner (ahora llaman así al corredor de toda la vida) consumado.

Con todo, esto de la desescalada es un estrés y va camino de convertirse en un problema. Ya lo del término despista y ni siquiera existe. Desescalada, ¿de qué? Nadie escaló a ningún lado, todo lo más se introdujo en su hogar hasta lo más profundo. La vecina del quinto no dejó cajón sin limpiar, esquina sin barrer, librería sin ordenar.

Pero ahora su problema es otro. No tiene niño, no tiene abuelo, por no tener no tiene ni marido (oficial, entendámonos). Acaba de descubrir que su vida es completamente virtual, sin soporte administrativo, dice. Ni un papel acredita que vive en el quinto, salvo la factura de la luz. A partir de ahí, la alegalidad. Su casa oficial es la de sus padres, en el pueblo. Allí paga la "viñeta" del coche, tiene el médico, le llegan las cartas del banco y hasta las multas de Tráfico.

Así las cosas, tiene miedo salir de casa a correr y no volver. No porque no quiera regresar con su "no marido", sino porque un policía celoso de su labor la pare, le pida papeles y automáticamente la envíe para el pueblo, de donde nunca debería haber salido oficialmente. Así que cada vez que va a correr, se despide de su "no marido" como si no fuera a verle en un tiempo, largo o corto dependerá de lo que marquen el presidente y sus fases, difícil de prever entre tanto desfase y volatilidad.

Pero no queda otra. Ha habido que decir adiós a la seguridad del patio de luces. La calle es otra cosa. Más libertad, pero más riesgos. Vale, pero bienvenida sea. Bendita libertad. Suerte.

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