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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El rapto de Europa

No le falta razón al señor Núñez Feijóo cuando, al término de otra Conferencia de presidentes, reclamaba a Moncloa datos acerca de los fondos europeos que se utilizarán para combatir las crisis sanitaria y económica. Y la tiene -razón-, toda, al solicitar detalles sobre la cuantía y el reparto, además de cuando pide que se reúna la Comisión Fiscal y Financiera. La cuestión está en que, a estas alturas, en Bruselas no hay acuerdo ni sobre cifras ni tampoco n las formas: se rechazan los eurobonos y se discute aún lo de la deuda conjunta. Ojalá que no ad calendas graecas.

(El problema principal para obtener respuestas fiables es que el Gobierno de España no tiene aún información definitiva debido a lo de casi siempre: los socios de la UE no se ponen de acuerdo ni en el cuánto ni en el cuándo, y así no salen ni las míticas cuentas del Gran Capitán. Una situación que refuerza la idea, cada vez más extendida, de que la próxima gran crisis es la de la propia Unión. Quizá por eso alguien habló del segundo rapto de Europa: el primero fue a manos del cretense Minos y el segundo, por el Covid-19. Aunque se trate solo de una figura retórica.

Conviene insistir en que, además de otras en instituciones, servicios públicos e incluso estrategias, la UE se halla quizá en la peor encrucijada desde el Tratado de Roma. Y no acaba de hallar el modo de salir de ella, como no lo halló con la agilidad necesaria cuando la crisis económica de hace diez años. Y si aquella ocasión la llevó a efectos nefastos por la obsesión de reducir la deuda, esta podría significar la pérdidas de la confianza entre sus miembros. Por razones diferentes -ahora a causa de que unos necesitan mucho más que otros-, pero hay ya quien teme salidas que sumar al Brexit. Y se cita a Holanda, por extraño -o no- que parezca.

Sea como fuere, Galicia corre el riesgo de estar en el pelotón de los más perjudicados. Y eso explica las declaraciones del presidente de la Xunta, que reclama claridad en las finanzas y propone al Gobierno medidas racionales para la aún confusa "desescalada". Y lo hace desde una lealtad que no ha sido siempre recíproca, ni en el reparto de material de protección contra el virus, ni tampoco en las cifras oficiales. Una lealtad que desde aquí se plasma, como último ejemplo, en el respeto a que sea el Gobierno el que decida y coordine, mientras otros, sus socios, chalanean.

Y, por cierto, desde la Xunta -en lo que a financiación autonómica se refiere- hay motivos suficientes para no fiarse de las intenciones reales del bigobierno central. Porque no solo en los nonatos primeros presupuestos del señor Sánchez Galicia salía muy maltratada, sino después. En los repartos a través de decretos-leyes, los criterios utilizados por Moncloa eran inaceptables por clientelares y sectarios. De ahí que, desde una opinión personal y sin ánimo de caer en loas adulatorias, es de respetar la actitud del señor Núñez Feijóo.

¿No...?

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