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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Apuntes sobre la transparencia

Mi padre, que fue inevitablemente orteguiano en aquella España fugazmente republicana y aun en los primeros años de la feroz dictadura que la siguió, me contó una anécdota sobre la experiencia como parlamentario del filósofo que reflejaba muy bien su personalidad. Un diputado de izquierdas lo había interpelado sobre su supuesto señoritismo al usar corbata habitualmente y Ortega dejándose ver, como los toreros cuando están inspirados, le contestó: "Lo que su señoría observa no es una corbata sino la medula espinal que se me transparenta".

Al autor de "La España invertebrada" le gustaban esos golpes de efecto y los prodigaba cuanto podía, sobre todo en el combate dialéctico con oponentes a los que tenía ,intelectualmente hablando, como inferiores. Los pedanteos de Ortega que, por otra parte, escribía muy bien y muy florido, fueron puntualmente recogidos por sus contemporáneos de una forma, en ocasiones, bastante ácida. Como cuando, por ejemplo, Josep Pla, nos describe la radical transformación de Ortega hacia el republicanismo más vehemente y furibundo tras una entrevista con Alfonso XIII en la que el monarca, al saber de su dedicación a la enseñanza de la Metafísica, le espetó, no sin ironía: "Eso debe de ser muy complicado¿no? O también, por ejemplo, la desconsolada crítica con la que el gran periodista catalán Ignacio Agusti " Gaziel" recoge en su clandestino dietario la complicidad de Ortega y de otros con el régimen franquista en el lavado de cara de la dictadura. Digo lo que antecede sobre la metáfora empleada por Ortega sobre su corbata porque últimamente se ha prodigado la clase política ,de aquí y de allá, en declaraciones sobre la importancia de usar la transparencia en la gestión de los asuntos públicos. Una cuestión que creíamos felizmente resuelta a favor del secretismo desde antes de Maquiavelo pero que ahora se nos plantea con renovado vigor. Por estética, o por mala conciencia,supongo. Porque no de otra forma habrá que interpretar las acusaciones del PP al Gobierno de Sánchez sobre su supuesta responsabilidad en el elevado numero de muertes que se dio en las residencias de personas mayores, una competencia, por cierto, que corresponde a la comunidad autónoma de Madrid gobernada por ese mismo partido. O la absoluta falta de autocrítica del propio Gobierno de Sánchez sobre el caos organizativo propiciado por la carencia de medios de protección para el personal sanitario expuesto al contagio del virus. Esto, en casa, como quien dice, porque a escala internacional llaman poderosamente la atención las críticas de Alemania y de Francia a la República China por su supuesta falta transparencia en la génesis y desarrollo de la pandemia. Una trasparencia que agradeceríamos mucho si esos dos gobiernos denunciantes la hubieran aplicado antes en la gigantesca estafa que perpetraron varias marcas de automóviles con sede en sus respectivos territorios al instalar en los motores unos mecanismos que ocultaban sus verdaderos indices de contaminación.

Ocultación, que no transparencia, que se repitió en el siniestro caso del asesinato de un periodista en la sede de la embajada de Arabia Saudita en Turquía. Asesinato en el que no quedo ni rastro del cuerpo del delito ya que fue convertido en picadillo y disuelto en ácido. Y Europa mirando para otra parte.

Yo creeré en la transparencia cuando se televisen en directo los consejos de ministros.

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