El debate que se ha abierto de garantizar unos determinados ingresos de emergencia social, denominado mínimo vital, con carácter temporal para ciudadanos en especiales situaciones de necesidades, paro, quiebra financiera personal, responsabilidades familiares sin posibilidad de ser asumidas por carecer de ingresos, etc., tienen una naturaleza no compensatoria de derechos, sino de asistencia social pura y dura. El estar mezclando estas retribuciones de emergencia con la renta básica universal es la que causa la falta de concreción y por qué no decirlo de una improvisación que no debería hacerse, dado que la solución urgente de habilitar unos ingresos mínimos para las familias que presenten una especial situación de insuficiencia económica derivada de la pandemia y sus efectos colaterales en la economía, tiene una característica fundamentalmente coyuntural en cambio la renta básica es desde luego uno de aspectos de cambio más profundo que el avance tecnológico está llevando a la arquitectura de la economía del futuro, en España, pero también en muchos de otros países del mundo.

No se inventa nada estableciendo unos ingresos mínimos vitales por causa de la pandemia, el Estado actualmente tiene en funcionamiento varios mecanismos de atención a ciudadanos sin recursos para ayudarles en unos difíciles momentos, desde las pensiones no contributivas a renta activa de inserción dirigida a desempleados de larga duración mayores de 45 años, o si tiene menos de 45 años y demuestra cargas familiares se puede solicitar subsidio de desempleo, asociado al IPREM, hasta retribuciones recogidas en la Ley de Dependencia para situaciones especiales con cargas familiares o las compensaciones establecidas en la Ley de violencia de género, complementándose con otros mecanismos a nivel de comunidad autónoma y ayuntamientos.

Creo que la urgencia no debería afectar al análisis ponderado de lo que vamos a tener que entender en el futuro por trabajo, dado que la automatización y la robótica, así como los cambios tecnológicos en los procesos de generación y prestación de servicios, provocará una mutación intensa en el desempeño del trabajo convencional, por tanto, en el futuro tendremos que contemplar a la renta básica como un cambio de paradigma de cómo los humanos tendremos que trabajar y por y para qué.

*Economista