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De confecciones Javiña a bazares Reguera

Una semana antes del siniestro que destruyó el Liceo Casino y el Teatro Principal, la ciudad se había sobresaltado con otro incendio en un céntrico establecimiento, cuyo alcance en buena medida también pudo evitarse. En ese sentido, la falla en cadena de éste resultó premonitoria de lo que ocurrió con aquél una semana después.

A media tarde del 10 de abril, las llamas redujeron a cenizas Confecciones Javiña, un comercio de ropa muy popular que ocupaba el número 2 de la calle García Camba, frente al edificio de Correos. El establecimiento pertenecía a Javier Martínez Sánchez, y la casa era propiedad de Emilio Suárez González, ambos bien conocidos.

Singularmente, los primeros en intervenir no fueron los bomberos como cabría suponer, sino unos cuantos pontevedreses que se lanzaron a rescatar cuantas prendas pudieron, de una forma tan valerosa como inconsciente. El Servicio de Bomberos llegó veinte minutos después y esa tardanza resultó fatal. Luego se supo que el retén de guardia no estaba en el parque, sino en As Corbaceiras, colocando una tubería de agua. Y ni siquiera tenían a mano el radioteléfono de contacto para recibir el aviso oportuno.

Por si ese retraso no fuera determinante, la boca de riego más próxima carecía de agua o de presión suficiente y hubo que echar mano del depósito de un edificio cercano. Tal despropósito provocó al siniestro una magnitud mayor, que habría reducido bastante una rápida intervención, caso de producirse.

Sobre aquel enclave urbano pendía un extraño gafe porque dos meses y medio antes, a unos pasos de distancia de Javiña, había acaecido otro incendio en un edificio antiguo de tres plantas en la Oliva, al lado de la librería Luís Martínez. Solo el primer piso estaba habitado, aunque no había nadie en casa. El popular bazar de la familia Díaz de León resultó bastante afectado por el fuego, que comenzó en el portal contiguo a causa de un cortocircuito, según contó el vecino Ricardo del Castillo "Pirelo", quien dio la voz de alarma.

Este siniestro no tuvo mucha historia, salvo el accidente de un bombero que pudo morir ahogado. A causa de la oscuridad de la noche, el bombero se cayó en un pozo abierto de tres metros de profundidad lleno de agua, en el edificio contiguo que estaba en obras. Esa casa también había quedado destruida por otro incendio cuatro años antes.

Y esta serie tan alarmante, incendio tras incendio, había comenzado en septiembre del año anterior en un almacén ubicado en O Marco, que guardaba numerosa mercancía de los bazares pertenecientes al ex concejal Antonio Reguera Repiso. La nave quedó totalmente calcinada.

Allí comenzaron las desventuras del Servicio de Bomberos, puesto que si bien acudieron con prontitud, luego falló la bomba de extracción de agua y tuvieron que volver al parque para recoger otro material operativo. Solo la asistencia de los bomberos de la Escuela Naval evitó un desastre mayor.

La presencia de responsables municipales en el lugar del suceso brilló por su ausencia, con la única excepción de Eligio Cancela García. El edil de AP presentó después una moción para depurar las responsabilidades oportunas. Sin embargo, el expediente se cerró en falso y solo reconoció algunos defectos materiales y técnicos; en ningún caso humanos. Por tanto, no hubo culpables, ni sanciones, ni siquiera apercibimientos. Y luego pasó lo que pasó.

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