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Joaquín Rábago.

Vigilancia total

Poco a poco nos vamos acercando gracias (o más bien por culpa de la pandemia del coronavirus) a un estado de vigilancia total, algo de lo que son pioneros una dictadura como China o incluso un sistema democrático como Corea del Sur.

A uno le recuerda la situación a aquellos años de la Guerra Fría en Alemania en la que la proximidad física y puramente casual a un disidente -por ejemplo durante un viaje en tren en el mismo compartimento- convertía inmediatamente a alguien en sospechoso.

Sustituyamos disidente por portador del coronavirus. Lo expresaba hace unos días El Roto en una genial viñeta en la que se aplicaba a una persona un termómetro de doble uso, que servía a la vez para medirla fiebre y el grado de disidencia.

Se habla últimamente de una aplicación en la que trabajan dos institutos de investigación alemanes, el Robert-Koch y el Heinrich-Hertz, que permitiría avisar de la posibilidad de contagio a cualquier persona que ha estado durante cierto tiempo en contacto con un portador del virus.

Esos dos institutos colaboran en el desarrollo de esa nueva aplicación para el teléfono móvil con un consorcio europeo que responde al nombre de "Pan European Privacy Protecting Proximity Tracing" y que fue quien tuvo la primera idea.

La cosa funciona así: cuando dos personas que tienen esa aplicación en sus móviles se encuentran durante algún tiempo en proximidad inmediata una de otra, se guardan los datos recogidos de forma totalmente anónima.

Si eventualmente una de ellas da positivo, puede comunicar ese diagnóstico a la aplicación que lleva encima. Los datos se cargan entonces en un servidor al que tienen únicamente acceso los dos institutos científicos citados.

A continuación se procede al descifrado de los datos y se comunica el resultado a las personas con las que ha estado en contacto el ya infectado.

La intención es que los individuos potencialmente expuestos se sometan cuanto antes un test para ver si también se ha infectado y se les aplique una cuarentena en caso de dar la prueba positivo.

La ministra alemana de Justicia, la socialdemócrata Christine Lambrecht, ha puesto como condición que la información recogida tenga carácter anónimo y que haya una limitación en el tiempo, es decir que se borren todos los datos una vez acabada la crisis sanitaria.

También quien está al frente de la oficina federal de protección de datos se ha pronunciado a favor siempre de que se cumplan esas condiciones y el empleo de la aplicación sea totalmente voluntario por parte de los usuarios de la misma.

No solo socialdemócratas, cristianosociales bávaros y socialdemócratas, en el Gobierno, sino también los partidos de la oposición -liberales, Verdes, la Izquierda o la ultraderechista Alternativa para Alemania- parecen también de acuerdo.

Exigen, sin embargo, garantías como la de que se prohíba claramente la posibilidad de acceso del ministerio del Interior y otras autoridades a datos tan personales.

Está claro, por otro lado, que para romper con eficacia la cadena de infección, todo el mundo tendría que disponer de un teléfono inteligente y llevarlo además siempre encima, algo que no siempre ocurre.

Para esos casos se está pensando ya en una pulsera que lleva integrado un chip de bluetooth, que podría reprogramase de forma que recogiera también esos datos.

Yo no sé lo que todo esto le sugerirá al lector, pero a mí me suena a que estamos cada vez más cerca del mundo de George Orwell.

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