Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con dietas y a lo loco

Es como si fuésemos, nosotros, a asaltar, a cara descubierta, a los que llevan máscara. Nos ven como los vemos en esta crisis y pico de paco peco. La realidad es que vemos cosas que antes nos pasaban inadvertidas, detalles nimios que nos hacer fijarnos más en el prójimo, ni que hubiésemos dejado de pertenecer al apartado de los de-más.

La murga del virus de marras ha conseguido hacerse con el estrellato de la noticia, lleva meses en el número uno del ranquin y sin trazas de apearse en la próxima para la vuelta a lo que denominamos normalidad: el prosaísmo de los gobernantes a los que se increpa en todos los idiomas; el pesimismo alegre de los contribuyentes, que nos zurzan a ambos; el verano que venga; las pateras enmudecidas; las guerras de entretenimiento; los éxodos hacia dónde de la gente errante?

En la gestión global, la busilis no está en que nos hayamos visto sobrepasados por la magnitud del contagio en sí, sino en que nos asomamos al balcón pretendiendo que le tocara a otros y en ser nosotros los privilegiados, en un mundo que es global solo para los grandes pronunciamientos, de fuego fatuo. Y así nos luce.

Tres meses atrás se dio la alarma, y nos la jugamos a los chinos: era cosa de ellos y nos caía lejos. Sin valorar que nos competía a todos, que los desplazamientos diarios movían miles de aviones y que la vocación del virus consiste en propagarse. A balón parado, se "implementan" medidas que conducen a calles sin eco, la bolsa en la que se nos va la vida; comprando fuera material para poner el parche?

La información que se da sería más creíble si los hechos nos hubiesen cogido avisados de lo que nos sobrevenía y, las consecuencias, a repartir y sálvese quien pueda. El lobo nos habría hecho estar prevenidos, y entregados, a la situación de emergencia, se diga lo que se diga al contribuyente, al votante escaldado por unos que perciben sus sueldos (¿también dietas?), pues a ellos nos les afectan las regulaciones de empleo, que sepamos.

El turista, por el tiempo que marquen las cautelas, ya no será ese invasor que nos sube los precios y nos ocupa el aparcamiento, ni las patologías pertenecerán a los facultativos; pero seguiremos concurriendo a las urnas, aunque no los que perecieron en el intento, que esos se habrán librado.

Pudo haber sido una crisis compartida y prevista, asumida con mejor talante y no la crónica de una chapuza a la trágala que lamentar como consuelo. Mi perro, pequeño burgués, Choco, prefiere no salir. Se entretiene rillando fémur de vaca en tres-D. Aplaudimos, por supuesto, elegíacamente, a las ocho de la tarde. Que es su hora: la de los vivos, no de los vivales.

Compartir el artículo

stats