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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Una UE del "sálvase quien pueda"

Esta no es la Unión Europea que se nos prometió y con la que soñábamos muchos. Esta es la UE de los egoísmos nacionales, del "sálvese quien pueda". Lo vimos en su día con la crisis económica griega, luego con la de los refugiados, cuando Grecia volvió a sentirse abandonada por sus socios, y lo estamos volviendo a ver ahora con la actitud de ciertos países miembros frente a la pandemia del coronavirus.

En lugar de entender algo tan obvio como que los virus no respetan fronteras y que se trata de un desafío a los sistemas de salud de todos ellos, en lugar del "hoy por ti, mañana por mí", los Estados practican una política absolutamente insolidaria.

Ya puede la nueva presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apelar a la colaboración entre todos los socios: cada país se aferra a sus respiradores o máscaras protectoras del mismo modo que los ciudadanos se dedican a acaparar papel higiénico sin pensar en las necesidades de los demás.

No hay una estrategia común, sino que cada país parece actuar por su cuenta: así, unos quieren frenar el virus con mediante el confinamiento de los ciudadanos mientras que otros adoptan una actitud mucho más laxa, confiando en que la difusión del contagio cree los necesarios anticuerpos en el conjunto de la población y refuerce así la inmunidad colectiva. Los países vuelven a establecer controles en sus fronteras, impiden la exportación del material médico que pueden necesitar otros: ciego egoísmo en lugar de empatía y solidaridad, tan necesaria en estos casos.

Los países del antiguo bloque soviético como Polonia o Hungría prohibe el paso de su territorio a otros ciudadanos comunitarios, señalándolos casi como portadores del virus. Se forman en las fronteras columnas interminables de camiones que llevan mercancías que necesitan otros.

"Cada uno solo piensa en sí mismo. Falta alguien que diga: vamos a distribuir esto, vamos a organizar aquello otro", critica la portavoz para asuntos europeos de los Verdes en el Parlamento alemán, Franziska Brantner.

Es como si tras sucesivas epidemias, la del síndrome respiratorio agudo grave (SARS), la del síndrome de Oriente Medio (MERS), entre otras, los políticos responsables y de nuestra salud no hubiesen aprendido nada: no se tomaron nuevas preocupaciones y se siguieron recortando los fondos para la sanidad pública a favor de la privada.

Hay un problema mayúsculo y es que la Comisión Europea no sólo carece de competencias, sino que cuando le toca actuar, lo hace con excesiva demora, como reconoce el experto financiero de la Unión Cristianosocial bávara Markus Ferber, que trata de exonerar así de responsabilidad a la presidenta von der Leyen.

La política cristianodemócrata alemana parece, sin embargo, decidida por fin a actuar ante la gravedad de la actual situación, y así ha anunciado la suspensión del llamado pacto de estabilidad, impuesto en su día por Berlín a sus socios comunitarios y que tantos sacrificios les ha causado.

Ello significa que los Gobiernos podrán elevar excepcionalmente el gasto público tanto para combatir la propagación del virus entre sus poblaciones como para hacer frente a las gravísimas consecuencias económicas que se derivarán de la crisis.

Sólo alguien se beneficiará al final de lo que nos sucede y ese alguien será el medio ambiente: con la suspensión de los vuelos, de los viajes en crucero y la paralización parcial o total de tantas industrias, podrán cumplirse más fácilmente los objetivos de la lucha contra el cambio climático fijador por la ONU. ¡Magro consuelo!

Post scriptum: un signo mínimamente esperanzador dentro de este panorama de egoísmos nacionales es la decisión de varios länder (Estados federados) del oeste de Alemania como los de Renania-Palatinado, el Sarre y Baden-Württemberg de abrir sus hospitales a pacientes de la vecina Francia.

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