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José Manuel Ponte

INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

José Manuel Ponte

Nostalgia de la calle

La gente -de momento- lleva con paciencia la forzada reclusión en su vivienda. La primera semana de la cuarentena se afrontó con buen ánimo e ingeniosas formas de entretener los diecisiete días que el Gobierno había inicialmente fijado para comprobar si el encierro ayudaba a contener la difusión de la pandemia. Se echó mano de juegos de mesa para adultos (cartas, dominó, ajedrez principalmente ) y de juguetes y películas para los niños, los más problemáticos de distraer por su inquieta vitalidad.

Por supuesto, la penosidad del arresto no fue la misma para unos y otros porque en todo hay clases. No es lo mismo un piso de apenas sesenta metros cuadrados para una familia de cuatro personas y ventanas hacia la acera de enfrente en una calle estrecha que otro de 150 metros con vistas a un parque o a una gran avenida. Ni tampoco tiene comparación un mínimo apartamento orientado hacia un patio interior que un dúplex con amplias terrazas o un hotelito con jardín. Y menos aún , claro, con una mansión de lujo donde los multimillonarios futbolistas de la élite aguardan el reinicio de las competiciones entrenando en gimnasios particulares para no perder la forma. Ese mensaje insidioso de que la enfermedad nos iguala a todos no se corresponde con la realidad. Más o menos como el eslogan con que Hacienda intenta animar la recaudación en la campaña de la renta. En efecto, "Hacienda somos todos", pero unos más que otros.

De mirar por la ventana para curiosear en los comportamientos del vecindario hizo el genial director de cine Alfred Hitchcock una legendaria película, " La ventana indiscreta" . En ella, su principal protagonistaera James Stewart, que hacía el papel de un fotógrafo que habiendo sufrido la fractura de una pierna y recluido en su casa se entretenía espiando las conductas ajenas. Hasta descubrir un crimen. Y así estamos todos, recluidos en nuestras viviendas a la espera de que las investigaciones de los científicos permitan detener al causante de este destrozo planetario y encuentren la vacuna que permita erradicarlo.

Mientras tanto, paciencia , resignación e inmovilidad. Una recomendación fácil de hacer pero complicada, casi heroica, de ejercer, sobre todo en un país que ha hecho del esparcimiento callejero una de sus principales señas de identidad. Nos encanta estar en la calle y hacer del ir y venir uno de nuestros deportes favoritos. Cuando yo era niño, la calle era el símbolo de la libertad más deseada. Y desde muy pequeños la máxima aspiración era andar solos por la calle con los amigos y jugar en la calle. La calle era, además, la referencia obligada, la seña de identidad, de las distintas tribus urbanas. Se era de una calle y no de otra y se recelaba de los que no eran de la calle. Mis mejores amigos los hice en la calle y pasados los años, los que sobrevivimos conservamos hacia ellos un afecto familiar y una ligazón sentimental indestructible. Una vez iniciada la segunda semana de reclusión, de las cuatro que prevé el Gobierno, es lógico que todos sintamos nostalgia de la calle. Que dure lo menos posible: nos va la vida en ello.

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