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Luis M. Alonso.

Bla, bla, bla?

Los políticos están obligados a otro modelo de liderazgo y supervivencia frente a la crisis más dura que ha sufrido la humanidad en el siglo XXI. Han agotado el mantra de "vendrán tiempos más duros", "lo peor está por llegar", "ganaremos la batalla", bla, bla, bla?Las caceroladas valen para los balcones como desahogo de los confinados pero no para que un presidente del Gobierno ocupe más de una hora de la televisión pública, como si se tratase de un confesor, solo con la misión de confirmar lo que ya todo el mundo sabe y además entiende, que la cosa va para largo.

Por mucho que ahora se consuelen diciendo que nadie lo podía prever y que nuestra fuerza está en resistir numantinamente, algo que también sabemos y no queda otro remedio que asumir, el Gobierno era el que manejaba, el pasado enero, los datos con la información de lo que estaba ocurriendo en China. También, se supone, disponía de la correspondiente evaluación médica que alertaba del peligro. El resto podíamos vivir confiados. Si no actuó con mayor diligencia es su responsabilidad; si por el contrario alentó irresponsablemente el empeoramiento de la situación con convocatorias masivas comprometidas, aún más. La prueba de la dejadez sintomática que delata al Ejecutivo es que todavía hoy el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias prefiere ver en sí mismo la encarnación de la "excepcionalidad razonable" dando ruedas de prensa para no perder presencia pública cuando debería permanecer en la cuarentena que ya se ha pasado por el forro tres veces. ¿O acaso él es distinto al resto? ¿Dónde está el interés general y colectivo que justifique la excepcionalidad de Iglesias en una rueda de prensa?

Inyectar ánimo en la población es seguramente un deber pero no el único deber reiterativo. El objetivo, por ejemplo, es garantizar el material imprescindible para las UCI, no repitiendo que va a llegar durante toda una semana, sino poniéndolo de una vez a su alcance.

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