La crisis del COVID-19 debería hacernos reflexionar sobre el Mundo en el que vivimos. Los fenómenos meteorológicos extraordinarios, el terrorismo internacional, las crisis financieras globales y las pandemias reflejan con nitidez la necesidad de repensar como nos gobernamos, en un doble sentido.

Primero, por la necesidad de avanzar en la consolidación de estructuras de gobierno mundial. Los bienes públicos a escala global como el clima, la seguridad o el control de las pandemias no pueden ser dejadas en las manos de los gobiernos nacionales. Sobre todo, si las políticas por las que apuestan los países individualmente favorecen una movilidad internacional de mercancías, personas y capitales que acaba generando o reforzando los efectos indeseados citados. Segundo, porque en un Mundo de complejidad e interconexión crecientes es fundamental invertir en conocimiento, para situarlo en el centro de las políticas públicas. Tenemos que invertir mucho en I+D y aprovecharnos de ello a la hora de tomar decisiones y de justificarlas ante los ciudadanos.

Por eso, son tan ridículos y perniciosos el unilateralismo proclamado por Donald Trump o las ansias de independencia de los británicos respecto a la UE. Por eso, necesitamos un amplio respaldo social y político a la construcción y reforzamiento de espacios de decisión colectiva de amplitud mundial que financien y regulen los bienes públicos globales.

Ojalá que la crisis que ahora nos atenaza nos sirva para avanzar.

*Director de GEN (universidad de Vigo)